Amanecer en Dune 45

Amanecer en Dune 45

30 enero, 2021 0 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Conexión natural en Etosha

Debo confesar que la segunda excursión de 3 días por territorio namibio fue la depositaria de mis mayores expectativas. En esta oportunidad, un tour con la misma empresa, en el mismo camión pero con un grupo ligeramente adulterado, nos llevaría al suroeste para conocer el desierto más antiguo del planeta.

Con la familiaridad adquirida en nuestra experiencia anterior, no hicieron falta mayores explicaciones sobre la tónica que iba a tener el día a día en esta nueva aventura. Por lo tanto, valijas al camión y hacia el desierto del Namib partimos.

Mapa Namibia
Llegó la hora de ir al suroeste hacia Sossusvlei

Durante una parada técnica en un supermercado antes de salir de Windhoek el guía Jason nos recomendó enfáticamente comprar un bidón de 5 litros de agua por persona. Como nosotros teníamos 2 botellas encima, solo compramos un bidón extra. Además, yo no soy de tomar mucho líquido…

Los paisajes descansando a la vera de la ruta se notaban significativamente más áridos que los de unos días atrás. Los caminos, a veces de asfalto y otras de ripio, destilaban soledad, como advirtiéndonos lo inhóspito de los parajes que yacían kilómetros más adelante.

Ruta namibia
La desolada ruta namibia
Cartel
¡En la dirección correcta!

A mitad de camino, cerca de Klein Aub, un pueblito perdido cuya existencia se explicaba solo por su cercanía a una mina de cobre, plata y oro, paramos para almorzar. Además de captar en instantáneas la amplitud de la tierra bajos nuestros pies, pudimos conocer a los nuevos integrantes del grupo.

La base era la misma, solo que Joe fue reemplazado por una inglesa, una pareja joven de chinos, dos chicas estadounidenses y una holandesa bastante molesta.

Klein Aub
Un pueblo en medio de la nada
Camión namibia
Todos abajo para almorzar

Luego de más de 5 horas pisteando por los cada vez más inertes caminos de Namibia, llegamos a nuestro campamento en Sesriem. Tal como las instalaciones de los campings anteriores, las de nuestro nuevo anfitrión estaban en perfecto estado.

Por supuesto que, estando a metros del desierto, era inevitable que la arena se colara por doquier. Sin embargo, era un precio muy bajo a pagar por la belleza del lugar circundante.

El primer paso fue armar las carpas en nuestro corralito delimitado por una hilera de piedras en cuyo centro una acacia desplegaba toda su necesaria sombra. Luego, ante la inminente caída del sol, nos subimos al camión para hacer unos pocos kilómetros hacia unas dunas para ver el atardecer.

Camping Sesriem
Nuestro camping en Sesriem...
Camping Sesriem
...también en el medio de la nada

Jamás en mi vida había visto una arena tan fina y tan roja; su color bermellón se esparcía a cada paso. Solo la presencia de unos escasos pastos espigados me recordaba que todavía estaba en la Tierra y no en una visita al planeta Marte.

Cada zancada hacia la cima de la duna era una proeza, pero las panorámicas desde las alturas justificaban cada pisada.

Además, resultaba menester descansar cada tanto lo cual venía como anillo al dedo para sentirse parte de la nada misma que nos rodeaba. Una porción del grupo llevaba un ritmo que los depositó prontamente en la cúspide del montículo de arena, empero, nosotros nos conformamos con admirar en “soledad” un horizonte cada vez más opaco.

Arena roja
Arena carmesí
Arena roja
Contraste de colores
Panorama Sesriem
Panorámica de la inmensidad

Cuando ya no daba para más, regresamos sobre nuestros pasos cuyas huellas no eran más que un recuerdo perdido en la arena. Uno creería que lo hostil de la zona impediría una generosa proliferación de la naturaleza, pero un orix pastando lo poco que había nos mostró que estábamos equivocados.

Orix
Algo de vida entre tanta arena inerte

De regreso en el campamento, la oscuridad de la noche era ley por lo que debíamos adosarnos una linterna para ir a los baños o ubicar tu carpa. Unas luces colgadas del camión iluminaron nuestra cena la cual se vio musicalizada por la pareja china que llevó al desierto su parlante último modelo conectado por bluetooth a sus celulares del futuro.

Es increíble, pero ni siquiera en el medio del desierto de Namibia pude escapar de la melodía de Despacito, obra del puertorriqueño Luis Fonsi.

Antes de ir a dormir, Jason nos recomendó no dejar el calzado fuera de las carpas debido a la presencia de algún que otro chacal cleptómano. Cierto o no, metimos todo adentro y desfallecimos en nuestras bolsas de dormir.

Más allá de algunas fuertes ráfagas de viento que me desvelaron unos pocos segundos, pude dormir bastante esa primera noche. Lo traigo a colación porque el día siguiente iba a ser uno cargado de actividades por lo que estar bien descansado iba a ser crucial.

Logo

Dicho y hecho, a las 4 de la mañana estábamos todos arriba vistiéndonos como podíamos en la negra noche para subirnos al camión. El porqué de lo temprano de nuestro proceder tenía su correlato en poder ser testigos del amanecer desde la cima de la Dune 45.

Tras media hora de recorrido por los estertores de la penumbra nocturna, llegamos a la reconocida duna del color del fuego. A fin de obtener la mejor ubicación posible, comenzamos el ascenso por la cresta siguiendo en hilera al resto de los visitantes. Si escalar las dunas de ayer nos pareció un desafío, la Dune 45 se llevaba todos los premios.

Dune 45
Madrugando en el desierto
Dune 45
Todos quieren ser parte del espectáculo

Entre descanso y descanso, la naciente luminosidad del día nos permitía observar las tersas laderas de la duna, tan suaves como efímeras. Una vez arriba, nos sentamos al lado de tantos otros visitantes que, como nosotros, aguardaban impacientes los primeros rayos del alba.

Reconozco que es difícil no emocionarse al recordar en estas líneas ese mágico momento en el que el sol comenzó a asomarse por entre las montañas del horizonte. El cielo fue un festival de colores que nos dejó boquiabiertos con su violáceo, luego rojo, mucho naranja, algo de amarillo, azul y finalmente celeste.

Dune 45
La cresta de la Dune 45
Amanecer en Dune 45
Un momento mágico

Con cada segundo transcurrido, la arena bajo nuestros pies se adaptaba a los cambiantes colores del firmamento. Una vez que toda la circunferencia solar se despegó de la fina línea del horizonte, el paisaje delante de nosotros parecía extraterrestre. De hecho, sentía que bien podría haber sido parte de las locaciones utilizadas para rodar la película Stargate de 1994.

De haber podido, hubiera detenido el tiempo en aquel instante donde todo era perfecto. Pero como todavía no tenía ese poder, atiborramos la cámara de fotos y comenzamos a jugar descendiendo la ladera de la duna a las corridas.

Amanecer en Dune 45
Una postal de otro planeta
Amanecer en Dune 45
Toda la arena del mundo para mí

De regreso en el punto del ascenso, Jason y Alfos nos estaban esperando con un imponente desayuno. Hubiera disfrutado aún más tal banquete de no haber sido porque me pasé la mitad del tiempo tratando de arreglar la lente de mi cámara. La misma se había trabado por el inoportuno pero entendible ingreso de toneladas de arena

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post El desierto del Namib

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