De paseo por el Parque Nacional Lanín

De paseo por el Parque Nacional Lanín

31 octubre, 2020 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Caminata y charlas alrededor del Lácar

Como la combi encargada de nuestro tour del día arrancaba a levantar gente en San Martín y Junín quedaba de paso hacia el Parque Nacional Lanín, aprovechamos esa horita extra mañanera para rifarnos con un buen desayuno. El mismo estuvo compuesto de medialunas con queso y café brasileño preparado a la usanza turca y sazonado con un toque de pimienta.

Con un cielo algo encapotado, abordamos la camioneta que nos llevó a través de la estepa patagónica, aún verde por la época del año, entre ripio y asfalto, hacia la orilla del lago Huechulafquen.

Estepa patagónica
Por la estepa patagónica hacia la cordillera

Este lago, famoso por su intenso oleaje pero bastante planchado aquel día, era la antesala perfecta para el marco cordillerano que se alzaba por detrás con representantes tan ilustres como el volcán Lanín, el cerro Bayo, el cerro Chico, el cerro Huemul y el cerro Los Ángeles. Dato de color: de este lago efluye el Chimehuin que baja hasta la ciudad de Junín de los Andes y se llena de rafting en verano.

Si bien las nubes posadas sobre el Lanín ocultaban su pico como recelosas de su majestuosidad, la vista no dejaba de ser increíble de todos modos. Unos pocos kilómetros más adelante llegamos a la entrada del Parque Nacional Lanín (el 3º más extenso de la Argentina), gatillamos la entrada, recibimos folletería y nos adentramos en su geografía.

Huechulafquen
El lago y la cordillera, inseparables

Ni bien ingresar percibimos varias estancias privadas que funcionaban como hospedaje lo que sonaba algo contradictorio ya que estaban dentro de un Parque Nacional.

El asunto es que esas tierras eran privadas desde mucho antes de que la zona se declarara Parque Nacional por lo que se llegó al acuerdo de permitir su explotación pero bajo dominio público, es decir, quedaban sujetas a las regulaciones que pudiera tomar el Estado sobre dicha área protegida. Al menos eso es lo que entendí de la explicación del guía…

Otra de las curiosidades del parque es que en determinadas épocas del año está permitida la caza del ciervo colorado, considerado una plaga. El arreglo entre los estancieros y los cazadores es que los primeros permiten el ingreso a sus tierras para que los segundos despunten el vicio y se queden con las astas como trofeo. Eso sí, la carne y el cuero quedan en casa.

Conforme nos íbamos adentrando en el parque, la estepa iba mutando gradualmente hacia un bosque templado dominado mayormente por coihues. Más abajo, salpicando el sotobosque, aparecía el notro que con sus flores rojas daba la sensación de estar incendiando las laderas. El guía nos contó que la floración del notro podía funcionar como una hipótesis alternativa al porqué del nombre de Tierra del Fuego, algunas provincias más al sur.

Notro
El fulgurante rojo del Notro

Hacia el mediodía llegamos a un camping administrado por una comunidad mapuche a orillas del Huechulafquen en la que había un restaurante rodeado por decenas de ovejas y corderos, uno más lindo que el otro. Allí almorzamos unas milanesas que, por lo que costaron, parecían estar hechas con vacas traídas de Dubai.

El lugar era realmente un sueño para hacer camping, con el lago a tus pies, las montañas nevadas más allá, tranquilidad a mansalva y toda la naturaleza andina que se pueda pedir. Solo con caminar unos minutos por ahí ya podía palparse la paz del lugar; si hasta las ovejitas paseaban libres y despreocupadas por los pastizales.

Es más, incluso nos hicimos amigos de una chaqueta amarilla que nos perseguía de aquí para allá, a pesar de lo agresivas que mi amiga afirmaba que eran.

Logo

Con la panza llena, continuamos recorrido hacia la cara sur del Lanín, la que dicen que es la más difícil de escalar por tener sus laterales cubiertos de glaciar. Tanto avanzamos que llegamos al final del camino coronado por un solitario puesto de Gendarmería sobre la orilla del lago Paimún, a escasos metros de la angostura que lo conecta con el Huechulafquen.

Lanín
El volcán Lanín a lo lejos
Lanín
La mejor cara del volcán

A contramano de todo lo que tiene sentido, al lado de aquel perdido puesto de Gendarmería se erigió una diminuta capilla con fondos privados provenientes de familias pudientes entre cuyos apellidos destacaba el de Swarovski. Sí, el de los cristales.

En aquel páramo, esta capilla se alzaba con una cúpula tradicional con campana y otra de estilo ortodoxo más atrás, como para no herir susceptibilidades y responder a la fe de ambas corrientes cristianas.

El guía nos contó que, con un poco de imaginación, se podría inferir que el Lanín más atrás funcionaba como la tercera cúpula del recinto. Vaya uno a saber qué tiene el número 3 que tiende a forzar situaciones para que se nutran de un significado que no es tal y que responde únicamente a cuestiones esotéricas. Nuevamente, opinión a título personal.

Iglesia
Iglesia del Paimún
Cúpulas de iglesia
Y sus 2 cúpulas

Por dentro, la capilla parecía un collage decorativo de representaciones bíblicas y creencias regionales sin mucha cohesión pero no por ello menos bonitas. De hecho, me sorprendió encontrar en una de sus paredes un relieve, hecho en lo que creo era cerámica, de la Madonna Dell´adorazione.

Aquella era una réplica realizada en el mismo taller de Florencia donde Andrea della Robbia creó la original en el año 1486 y fue encomendada exclusivamente para este lugar.

Estando más cerca de la cordillera que nunca, el viento comenzó a soplar con fuerza y las nubes sobre nuestras cabezas asomaban algo intimidantes. Afortunadamente, a metros del eclesiástico establecimiento nos aguardaban unas tortas fritas recién hechas que hacía añares no comía y que nos distrajeron del amenazante clima que se avecinaba.

Altar
Altar de madera
Relieve
Relieve traído de Italia

Uno de las actividades que teníamos pensadas para el día era la de subirnos a un catamarán a fin  de surcar el lago Huechulafquen y tener vistas montañosas de ensueño.

No obstante, el guía nos contó, con un dudoso pesar, que no habíamos podido llegar al cupo de pasajeros necesario para que el paseo sea rentable (aún sin saber cuántos íbamos a querer subirnos a la embarcación) y que dicha excursión se había suspendido.

Al parecer la gente que manejaba el catamarán (apostada en Junín de los Andes) no consideraba prudente gastar dinero en la nafta necesaria para trasladarse hasta allí sin tener asegurado el negocio.

En principio tiene sentido, pero lo que no cuadraba es que una vez allí había otro contingente de turistas con el cual hubiéramos superado ampliamente el cupo. Claramente hubo un desmanejo desde las respectivas agencias de turismo.

Pero más claro aún era que el horario del paseo coincidía sospechosamente con la mentada final de la Libertadores. Se caía de maduro que más de un miembro de la tripulación era hincha de River (o un malintencionado simpatizante de Boca).

Con Lu
Como no pudimos navegarlo, nos sacamos una selfie

Acorde con mi hipótesis conspirativa del partido de fútbol se desarrolló nuestro regreso en la combi: el guía pisando a fondo el acelerador, morfándose más de una loma de burro y tratando de enganchar el partido en la radio.

Algunos kilómetros antes de llegar le pedimos al guía si podíamos bajarnos en el lugar donde trabajaba mi amiga que quedaba de paso, a lo que accedió sin ningún problema y tras lo cual, salió disparado.

Lanín de lejos
Una última vista al Lanín a mil por hora

Luego de un mini tour por las piletas de crianza de truchas para reabastecimiento, los laboratorios de ecotoxicología y las oficinas, tuve el placer de conocer a Cartucho, el perro del lugar. Cartucho es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón… ejem… perdón… eso es de otra historia.

Como les decía Cartucho es una suerte de galgo súper tierno y tan cariñoso como solo los perros pueden ser. Tal es así que al emprender nuestro regreso a pie por el costado de la ruta se nos unió en nuestra travesía. Al principio, nuestro cánido amigo iba de aquí para allá, subiendo al monte, bajando hacia al río, llevándonos el paso.

Cartucho
Cartucho

Hasta ahí todo bien, el problema surgió cuando ya estábamos bastante lejos de su hogar y el can no se nos despegaba; no estábamos seguros de que pudiera recordar su camino a casa.

Como si esto fuera poco, Cartucho no tenía demasiada aversión por los vehículos que circulaban por la ruta, que si bien eran escasos no por ello menos peligrosos. En un punto ya temíamos que en alguno de sus constantes cruces de ruta, pudiera haber un accidente.

En una de sus tantas incursiones hacia el cerro persiguiendo vaya uno a saber qué, tratamos de escapar de su vista acelerando el paso y ansiando que con ello el perro se cansara y regresara a su hogar. En vano fue todo intento de escape, Cartucho nos ubicaba siempre y se acercaba al galope para seguir paseando con nosotros.

Luego de más de media hora de caminata mi amiga se percató de que estábamos por empalmar nuestro andar con una ruta de mayor calado y por ende mucho más peligrosa para Cartucho. Masticando algo de preocupación y bronca, no nos quedó más remedio que regresar al trabajo de mi amiga y dejar a Cartucho en buenas manos.

Casi como un guiño del destino, o sencillamente una demostración más de la generosidad de la gente del lugar, una de las personas que trabajaba allí nos acercó con el auto y nos salvamos de recorrer por tercera vez aquel camino rutero.

Mi última noche en Junín de los Andes fue una amalgama perfecta de conversaciones con mi gran amiga, sushi bien fresco, música de Los Pericos y una exquisita cerveza, roja en esta ocasión.

Como mi vuelo del día siguiente partía cerca de las 5 de la tarde, tuvimos la oportunidad de tomar un rico desayuno en una confitería llamada Sauco, el cual se manifestó en forma de café con chocolate y cheesecake. Casi como queriendo exprimir cada segundo, hasta pudimos meter una bicicleteada de despedida hacia el Chimehuin que se sintió más bien como el cierre de un círculo perfecto.

Chimehuín final
Fin de viaje sobre el Chimehuín

Aquella fue la primera vez que me animé a un viaje relámpago, si bien estaba seguro de que la iba a pasar de mil maravillas. No sé por qué, pero a mí el sur argentino siempre me encontró lejos de los gélidos inviernos; los colores del verano (o la primavera en este caso) resuenan en mí de una manera especial, y ni hablar si ello viene de la mano de la inmejorable compañía de una amistad.

Ahora que lo pienso bien, quizás debería reescribir el comienzo de este viaje; creo que esta escapada al sur me sirvió, en realidad, como la excusa perfecta para visitar a mi querida amiga de la vida.

Logo