Días de playa y noches musicales

Días de playa y noches musicales

18 julio, 2020 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Un comienzo bien local

Algo que recuerdo patente de Tobago era la presencia de las gallinas. Están por todas partes, en los jardines de las casas, caminando por la calle o en la entrada de algunos negocios. Más aún recuerdo cómo su contraparte masculina nos cantaba por las mañanas avisándonos que era hora de despertarse.

Pero amanecer en el Caribe tiene otro color. Imagínense que nuestros desayunos distaban mucho de un café con leche y medialunas. Nada de eso, allá teníamos frutas tropicales, panqueques, yogurt de lima y jugos de sandía y naranja a la orilla del mar y la compañía de un par de lagartijas curiosas.

Desayuno
Desayuno de campeones
Lagartija
Con la mejor compañía

Como el día anterior habíamos tenido tour, el siguiente lo usamos para descansar un poco en casa y luego caminar a la vera de una ruta con vista al mar Caribe hacia una pequeña playita llamada Mt. Irvine.

Poco antes de llegar un cartel nos advertía sobre la presencia de un árbol cuyas hojas, tallos y frutos eran extremadamente tóxicos instándonos a evitar todo tipo de contacto con él.

Muy lindo el cartel, pero lo cierto es que ahí estaba lleno de árboles y todos se parecían. A fin de evitar cualquier inconveniente nos apostamos sobre la desprotegida arena, libre de árboles malvados y de gente.

Unos minutos después, ubicamos una zona de reposeras con algo de sombra la cual asumí que provenía de árboles inocuos y pasamos la tardecita entre siesta, mar y truco.

Cartel
Cartel, no me vas a amedrentar
Playa Mt. Irvine
Toda la costa a disposición
Playa Mt. Irvine
El Caribe tiene ese no se qué...

Antes de oscurecer emprendimos el regreso por la ruta donde hallamos un puestito de comida callejera con una sorpresa para mí: el complicado Pine Chow, una mezcla de ananá, ajo, pimienta y otras especias.

Los primeros bocados los pude pasar gracias al entusiasmo por probar algo distinto pero al llegar a casa tuve que deshacerme del resto. Esa mixtura de sabores fue demasiado para mí.

Pine Chow
Pine Chow, una amalgama de sabores que me superó

Unos anuncios diseminados por el pueblo nos arrojaron la posta para nuestro plan nocturno. Esa misma noche se celebraban las preliminares de Panorama, el torneo nacional de steel pan.

Casi como pidiendo permiso, nos acercamos a la zona del evento ubicado al lado del “cabródromo“, una pista de carreras en la que, cerca de semana santa, los participantes corren a la par de sus cabras en una competencia de velocidad por demás peculiar. Pagamos la entrada y tomamos asiento en unas sillas dispuestas bajo unos gazebos.

Panarama
¡Reserven su entrada!
Cabrodromo
El cabródromo

Como era temprano, elegimos los asientos de la primera fila mientras mirábamos para todos lados maravillados por la situación en la que nos econtrábamos. A ver, ¿Cuántas veces en tu vida vas a estar en un torneo de steel pan?

Y si aquello nos parecía bastante particular, imagínense cuando se acercó una amable señorita de la organización para pedirnos si podíamos sentarnos en la fila de atrás. Al parecer, la primera estaba reservada para las autoridades de la isla. La cosa iba en serio…

Tobago carnaval
Calentando motores para el carnaval

Cada una de las 5 orquestas interpretó su canción cuidadosamente elegida para la ocasión, bajo las órdenes de su correspondiente director. Era indispensable estar profundamente concentrado para no pasarse de los 6 minutos reglamentarios ante a la punzante mirada de los jueces.

Así y todo, estaba clarísimo que aquellos músicos no tenían sangre en las venas, tenían ritmo. Les era imposible no bailar al son de su interpretación.

Si bien todo se desarrolló de manera muy profesional, también se sintió como una celebración musical en la que la alegría invadió la cara de todos los músicos y, por supuesto, la de nosotros los espectadores que volvimos a casa chochos con tan agradable experiencia.

Banda de steel pan
Los amarillos pican en punta
Banda de steel pan
Los blancos no se quedan atrás
Banda de steel pan
Hasta que llegaron estos cracks
Logo

Al día siguiente volvimos a contar con los servicios del bueno de Wayne para llevarnos a una de las atracciones más importantes de Tobago: el Buccoo Reef y la Nylon Pool. Para ello era necesario acercarse a la zona balnearia de Pidgeon Point cuyo muellecito de madera y techo de paja es una postal ineludible del lugar.

En primera instancia, nos subirnos a una embarcación de madera con parte del piso hecho de vidrio que permitía apreciar todo tipo de vida marina bajo nuestros pies.

Pidgeon Point
Postal de Pidgeon Point
Bote
¡Todos a bordo!
Fondo de vidrio
Pececito a través del piso de cristal

Tras un corto paseo por el mar, llegamos al Buccoo Reef para zambullirnos y bucear entre los maravillosos corales, tan llenos de vida, formas y colores. Todo aquel que haya hecho snorkel entre corales sabe que, además de ser hermosos, pueden presentar ciertos bordes filosos escondidos.

Yo lo aprendí cuando en un intento de emersión le di con la cara interna de mi pie izquierdo (como quien sabe patear un penal) a una roca camuflada entre el arrecife. Por suerte no pasó más allá de un pequeño raspón que sangró solo un par de minutos.

El itinerario del barquito tenía como siguiente parada la Nylon Pool, una especie de pileta en el medio del mar donde el agua turquesa nos llegaba a la cintura. Tras chapotear un poco, regresamos a tierra firme para disfrutar el resto del día de playa de una forma más tradicional, entre arena, palmeras, reposeras y olas.

Nylon Pool
En el mar la vida es más sabrosa
Herida
Heridas marinas
Pidgeon Point
El resto de la tarde para relajar...
Ribs & Fries
...y embucharse unas Ribs & Fries

A la hora pautada, Wayne regresó con su camioneta para llevarnos hasta la puerta de nuestra casa. Sin embargo, a mitad del camino y sorpresivamente, Wayne detuvo el vehículo, se bajó, cruzó la calle y levantó del suelo un inmenso coco, un par de limas y arrancó unas hierbas de un aroma bien refrescante.

En un comienzo no entendimos bien para qué había recogido aquellos productos pero no le dimos mayor importancia. Luego de manejar un rato más, Wayne frenó de nuevo frente a una vivienda, nos dijo que esa era su casa y que enseguida regresaba.

En ese momento nos miramos con mi novia con algo de desconcierto, sentados atrás y en silencio hasta que vimos a Wayne salir de su casa con un machete que por poco no era una espada. Conforme se acercaba a la camioneta empuñando el arma blanca recuerdo haber pensado: “Bueno, tengo 29 años, mal que mal los viví… a todos nos llega algún día”.

Pero claro, nos volvió el alma al cuerpo al ver que el machetazo lo empleó para pelar el coco con una técnica tan pulida como indispensable para evitar rebanarse todos los dedos.

Se ve que le debemos haber caído bien porque, tras convidarnos la blanca carne del coco y regalarnos el sobrante, nos invitó a cenar a su casa al día siguiente, ofrenda que aceptamos gustosos y sin dudarlo. No olvidemos que el hombre tenía prácticamente una guillotina en la mano y sabía usarla…

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Una muestra de calidez y naturaleza

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