La ciudad más linda de Europa

La ciudad más linda de Europa

9 marzo, 2022 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Primeras impresiones de Viena

Con el estómago contento y las baterías recargadas nos dispusimos retomar nuestra senda turística hacia el centro de la capital austríaca. Y, así como quien no quiere la cosa, nos topamos de golpe con la tan hermosa como imponente Ópera de Viena.

La verdad es que me sorprendió encontrar semejante obra de arte arquitectónica rodeada por el bullicio de las avenidas. Además su imagen se veía un poco obstaculizada por el extenso tendido eléctrico característico de una ciudad de ese calibre.

Opera
La ópera de Viena en pleno centro

Dado que teníamos previsto visitarla más adelante, de momento nos contentamos con recorrer sus alrededores no menos interesantes.

A contramano de la solemnidad edilicia que nos rodeaba, observamos un par de coloridos conejos gigantes dispuestos cual obras de arte en las inmediaciones. Si mal no recuerdo, estos eran solo un par de varios perdidos por el centro. Arte contemporáneo por la ciudad, sin más.

Conejo
Conejitos aqui...
Conejo2
...y allí

En una de las esquinas opuestas a la ópera estaba el museo Albertina, poseedor de una de las colecciones gráficas más extensas del mundo. Pero, como desconocíamos absolutamente su existencia, nos complacimos con apreciar la hermosa fuente de Neptuno apostada en su famosa equina triangular.

Luego de un par de fotos aquí y allá, continuamos viaje hacia el atractivo turístico que más expectativas despertó en mí durante la planificación de esta travesía europea.

Sobre la Josefsplatz, y rodeada de impolutas blancas fachadas de techos de color ladrillo, arribamos a las puertas de la Biblioteca Nacional de Austria.

El costo de la entrada variaba de acuerdo a la cantidad de salas que se quería visitar. Como nuestra intención era conocer el salón principal (State Hall), sacamos la entrada regular y dejamos los rincones más exclusivos del lugar para los bibliófilos más apasionados.

Biblioteca
Si piensan que de afuera es lindo, esperen a ver el interior

Subir esas escaleras de piedra pulida y flanqueadas por paredes cubiertas por placas conmemorativas del año del ñaupa y techos con molduras exquisitas solo consiguió acrecentar aún más mi ansiedad.

Cuando ingresé al State Hall me explotó la cabeza. El lugar era una fantasía de esplendor y exquisitez barroca del piso al techo. Lo primero que hice fue mirar hacia arriba y obnubilarme ante los increíbles frescos del cielo raso que parecían sacados de una catedral europea.

Las pinceladas le demandaron a Daniel Gran cuatro años de su vida y estuvieron dedicadas a enaltecer al Emperador Carlos VI al punto de llevarlo al nivel de deidad. Después de todo, el bueno de Carlos fue quien mandó a construir esta magnífica joya mundial. Si el jefe lo pide…

Biblioteca Austria
Una maravilla
Biblioteca Austria
Frescos en el techo

La conexión entre aquel cielo de fantasía y las impecables cerámicas que mis pies tenían el honor de pisar era posible gracias a unas inmensas columnas de capiteles dorados.

En el centro oval del salón una estatua tamaño natural de mármol del Archiduque Carlos VI, custodiaba los tesoros de la biblioteca ante nuestra absorta mirada.

Biblioteca Austria
Se me sigue cayendo la baba
Biblioteca Austria
Carlos VI custodiando los tesoros literarios

Como no podía ser de otra manera, en esta maravilla del siglo XVIII no faltaban los globos terráqueos. Pero no 1, ni 2, ni 3… sino 4!!! Cuatro globos terráqueos antiquísimos de un metro de diámetros apostados en las esquinas del salón que no hacían más que incrementar exuberancia de la escena. Creo que en algún momento me empezó a sangrar la nariz…

Biblioteca Austria
Quiero uno de estos en mi living

Se habrán dado cuenta de que mi humanidad no podía más ante tanta majestuosidad y aún no hablé de los libros allí expuestos. Tan solo la State Hall alberga más de 200.000 libros publicados entre 1501 y 1850. Afortunadamente, muchos de ejemplares han sido digitalizados y son de acceso libre.

Las paredes del recinto estaban tapizadas por anaqueles de madera abarrotados con incunables de un valor histórico incalculable.

Como toda biblioteca que se precie, tenía escaleras móviles que permitían acceder a los estantes superiores. Incluso en el segundo piso los libros parecían brotar de las paredes hacia los balcones de madera que invitaban a perderse entre ellos.

Biblioteca Austria
Balcones de libros
Biblioteca Austria
Del piso al techo

A lo largo del pasillo central pudimos admirar algunos de estos ejemplares dispuestos en vitrinas para beneplácito de todo mortal. Allí encontré desde mapas antiguos hasta el Evangelio de Johannes von Troppau, escrito totalmente en oro. El lujo de la biblioteca también estaba presente en sus libros.

Es difícil describir con palabras o incluso fotos este hogar del conocimiento sin quedarme corto en cuanto a su magnificencia. Por lo tanto, si llegan a viajar a Viena les recomiendo que se reserven un hueco para visitar su Biblioteca Nacional.

Biblioteca Austria
El Evangelio de Johannes von Troppau con detalles en oro
Logo

Al salir de allí, me imaginé que el resto de la ciudad difícilmente hubiera podido superar la belleza de aquella biblioteca. Y no me equivoqué, pero por muy poco…

A pocos pasos dimos con el Palacio Imperial de Hofburg, residencia de la dinastía de los Habsburgo por más de 600 años y el palacio más grande de Austria. La circular y adoquinada Michaelerplatz sirve como antesala para esta imponente construcción de corte renacentista que es más bien un conjunto de edificios unidos entre sí.

Hofburg
El palacio imperial de Hofburg

Dado que fortuitamente nos encontrábamos a las puertas del ala San Miguel, ingresamos por una galería precedida por unos fastuosos herrajes decorativos con un par de fantásticas esculturas a cada lado.

A mitad de camino por aquel pasaje, no pudimos evitar mirar para arriba hacia su hermosa cúpula delicadamente decorada en la que 8 claraboyas sirven de conexión hacia su cúprico exterior.

Justamente es bajo aquel domo donde comienzan los tours, algunos euros mediante, hacia los sectores más emblemáticos del palacio como el Museo Sisi, los departamentos imperiales y la cámara de plata.

Peeeeero, recuerden que habíamos arribado a Viena hace unas pocas horas por lo que pasamos por alto dichas atracciones y atravesamos la galería para salir hacia la amplia Heldenplatz.

Hofburg puerta
Pavada de tranquera
Hofburg cúpula
Una cúpula magnífica porque sí

Aquellos abiertos jardines eran el punto ideal para apreciar el hermoso diseño del lugar. Bastaba con apenas voltear la vista para dar con una maravilla arquitectónica: a la izquierda, la semicircular entrada a la Biblioteca Moderna Nacional; a la derecha, el hermoso verde de los jardines de Volksgarten y por delante, la solemne Burgtor (puerta exterior del castillo).

Todo estaba impecable, todo era increíble, todo era perfecto. Viena me estaba volando la cabeza con cada paso recorrido y yo encantado. Era tanto lo que había para ver y tan hermoso que podía apuntar la cámara para cualquier lado y el resultado fotográfico hubiera sido digno de un cuadro.

Hofburg afuera
Todo impecable, todo perfecto
Biblioteca Moderna Austria
Biblioteca Moderna Nacional

Extasiados por el esplendor de la capital austríaca, seguimos caminando por los hermosos senderos del Volksgarten. El exquisito trabajo de los jardineros encargados del mantenimiento de aquel espacio verde era merecedor de varios minutos de atención para apreciar su labor.

De hecho, los jardines eran tan bonitos que nos detuvimos para una seguidilla de fotos con mis hermanos. Aquel colorido floral y el monumento a la princesa, reina y emperatriz Sisi de fondo funcionaron como el marco ideal para capturar, en mi opinión, las mejores fotos del viaje.

Jardines
Jardines soberbios
Hermanos
Hermanos felices

Apenas por fuera de los límites del casco antiguo delimitados por la circular Ringstrasse, llegamos al ayuntamiento de Viena. Como era de esperar, esa oda neogótica era un deleite para la vista y, en esa ocasión, estaba siendo empleado como sede de un festival de cine al aire libre.

Como todavía faltaban un par de horas para la noche, las sillas vacías sobraban. No obstante, es posible que muchos de los cinéfilos que debían ocuparlas estuvieran picando algunas de las delicias que los múltiples puestos de comida ofrecían para amenizar la, por demás, hermosa jornada.

Ayuntamiento
Ayuntamiento gótico por supuesto

Como la tarde para mí es sinónimo de merienda, emprendimos el regreso a pie disfrutando de cada centímetro de la ciudad que parecía no tener grietas en su perfección.

Desde preciosos estanques o la sorpresa de encontrarse caballos pastando en un parque hasta cosas tan sencillas como una pareja enamorada en los semáforos para peatones, todo era un sueño.

Caballos
Caballitos pastando en la plaza
Semaforo
Señal de amor

Así como Linz tenía entre sus filas a la antigua receta de la Linzertarte, Viena no se quedaba atrás ya que enfrente de la ópera se encontraba el Hotel Sacher. Allí, como su nombre lo indica, se creó la mundialmente famosa torta Sacher y, lógicamente, era nuestra obligación ir a probarla.

El hotel contaba con una entrada lateral asignada al Café Sacher donde se podían degustar distintas delicias de la cocina austríaca. Luego de esperar 5 minutos, ingresamos al salón acompañados por el maître que nos ubicó en una de las pocas mesas disponibles.

Sacher
Bienvenidos al Café Sacher

Todo el personal estaba ataviado con el pulcro uniforme del café que daba la sensación de retrocedernos varias décadas en el tiempo. La decoración seguía la misma línea: luminarias con cristales colgando del techo, piso alfombrado, mesas de madera con tapa de mármol y retratos con marcos rococó en las paredes. Todo muy pipi-cucú…

Sacher interior
Un café bien pero bien paquete

Si bien la torta Sacher no es de mis preferidas, en esa oportunidad vino acompañado por una bocha de crema y una cobertura de chocolate con el sello del hotel. Grata fue mi sorpresa al observar que, además, aquella pieza de pastelería traía consigo su respectivo certificado de autenticidad. Qué nivel por favor!!!

Torta Sacher
Una pinturita esa torta!!!

Ante la incesante caminata que nos deparó todo el día, fue inevitable hacer una parada técnica en el departamento para una ducha y un poco de comunicación con nuestros seres queridos en Argentina. Sin embargo, era imprescindible dejar el motor en marcha ya que a la noche teníamos un recital de música clásica en la Karlskirche ¿O ya se habían olvidado?

Afortunadamente, nuestro programa nocturno residía a pocos pasos de nuestro hogar y, unos minutos antes de la hora indicada, presentamos las entradas para ingresar al sacro recinto. Dado que los bancos de las iglesias no están numerados, era menester un temprano ingreso en pos de ocupar las mejores localidades.

Karlskirche
Cerrando el día donde lo comenzamos

La iglesia por dentro era bastante pequeña pero no menos hermosa. De hecho, creo que hicimos bien en comprar los tickets temprano ya que sospecho que el poco espacio hubiera hecho que se agoten rápidamente.

Su altar me hizo acordar al relieve que se encontraba a espaldas de Al Pacino cuando revela su verdadera identidad en el final de la película El abogado del Diablo. También me daba la sensación de estar frente a un cuadro de Rubens en tres dimensiones con el blanco y el dorado como únicas tonalidades.

Karlskirche interior
Esa majestuosidad de los edificios clericales...

Lo cierto es que aquel octeto de cuerdas y su pianista nos paseó por las delicias de la primavera, la intensidad del verano, el vaivén del otoño y la crudeza del invierno de Le quattro stagioni de Vivaldi.

La segunda parte de la velada musical contó con la participación estelar de una soprano que la descosió con todo su talento interpretando temas tan hermosos como desconocidos para mí.

Karlskirche
No podía faltar en la capital mundial de la música

El día había tenido a nuestro sentido de la vista como principal privilegiado pero la noche se encargó de darle al oído su buena cuota de protagonismo. El gusto, casi receloso de sus sentidos hermanos, nos pedía que le tiremos un centro a lo que accedimos gustosamente, valga la redundancia.

Un par de cuadras al oeste, las verdes aguas danzantes de la Hochstrahlbrunnen nos iluminaron el camino a través de la calle Rennweg hacia un restaurant de comida típica austríaca llamado Salm Bräu.

Unas cervezas de la casa acompañando algunos guisos con salchichas y demás cuestiones calóricas cerraron un primer día a todo trapo en la capital austríaca. No habían pasado ni 24 horas desde nuestro arribo y ya me había enamorado de Viena…

Cena
Y este no podía faltar en mi estómago
Logo