Los museos me pueden…

Los museos me pueden…

27 marzo, 2020 0 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Walking tour por Berlín

Probada la eficiencia del método madrugador, mi novia y yo marcamos nuestro propio itinerario en dirección a la meca de los museos de Berlín: la Museumsinsel (isla de los museos), emergida en una bifurcación del río Spree.

De los 5 museos con sede en la isla decidimos arrancar por el Museo del Pérgamo, hogar de sorprendentes piezas históricas. Como para arrancar nomás, quedé obnubilado ante la maravillosa puerta de la babilónica ciudad de Ishtar. Aquella entrada construida con cerámicas vidriadas en varios tonos de azul y amarillo del piso al techo y que por momentos se unen para tomar la forma de animales me deslumbró.

Pegadito en la sala contigua se alzaba la imponente puerta del mercado de Mileto nutrida de un milenario mármol que sobrevivió hasta nuestros días.

Museumsinsel
Un hermoso día en la Museumsinsel para encerrarse en sus museos
Puertas de Ishtar
Las míticas puertas de Babilonia
Puertas de Ishtar
Arte en la arquitectura
Puerta del mercado de Mileto
La magna entrada al mercado de Mileto

Lamentablemente, el altar que le daba nombre al museo se encontraba sujeto a reformas por esos días por lo que me dejó con las ganas. No obstante, reconozco que mi objetivo principal era rendirme a los pies de las magníficas puertas de Babilonia… y lo conseguí!

Con 2 de los 3 grandes éxitos del museo en nuestro haber, seguimos recorriendo sus pasajes sin rumbo fijo. El azar quiso que nos encontráramos con las maravillas del arte islámico. Créanme que quedamos estupefactos con los caleidoscópicos mihrabs (nichos de rezo) de Kashan y Konya, los libros incunables, las alfombras y tapices perfectos de la Mesopotamia y la extensa fachada de Mushatta.

Nicho de rezo Konya
Mihrab de Konya
Mihrab de Kashan
Detalle finísimo del mihrab de Kashan
Fachadda de Mushatta
Fachada del palacio de Mushatta alguna vez parte de Jordania
Logo

La mañana se disolvió en aquel museo dejando paso al mediodía que trajo consigo un almuerzo con mi cuñada y su novio en la Alexanderplatz, alguna vez parte de República Democrática Alemana. Siendo el alemán un idioma poco amigable para mí, resultó muy conveniente contar con mis cuñados y su pulido dominio del lenguaje para acertar con nuestros pedidos en el menú.

Una charla amena para ver cómo andaban y un almuerzo bien alemán fueron protagonistas aquel mediodía luego del cual partieron para seguir recorriendo Berlín. Por nuestra parte, nos quedamos en esa la plaza que oficia como sede de la lindísima fuente de Neptuno. Además, Alexanderplatz alberga la arcaica torre de comunicaciones de Berlín que, con su aspecto esférico y su aguzada antena, es uno de los emblemas de la ciudad.

Fuente de Neptuno
La fuente de Neptuno en Alexanderplatz
Torre de comunicaciones de Berlín
Punto de referencia en Berlín

En aquel punto nos reencontramos con el resto de mi familia para partir, luego de un previo paso por la tienda de deportes Decathlon, hacia la East Side Gallery. Aquel fragmento del muro de Berlín con sus 1,3 km de largo se erige como el más extenso todavía en pie.

¿Me creerían si les digo que lo recorrimos de punta a punta? A ver, más allá del contexto histórico en el cual estaba embebido, lo más atractivo de tanta pared eran los grafitis que cubrían su superficie como verdaderas obras de arte.

Muchas de las manifestaciones artísticas de aquel muro, además, expresaban un profundo contenido político que iba desde lo bélico hasta lo ecológico. Más aún, del otro lado de los grafitis encontramos una muestra fotográfica sobre la desesperante situación actual de los refugiados desperdigados por el planeta.

Como consecuencia de unas amenazantes nubes que empezaban a copar el panorama y algo extenuados por tanto caminar, decidimos retornar a nuestro departamento para bajar un cambio y comer algo.

East Side Gallery
Expresión sobre la East Side Gallery
East Side Gallery
Mensajes de paz en el muro
East Side Gallery refugaidos
El tormento de los refugaidos del otro lado del muro

Un poco más entrada la noche, reactivamos la maquinaria para salir y visitar algún barcito con típicas cervezas alemanas. Empero, el único que se amoldó a las costumbres germanas con su rubia espumante fue mi hermano mayor. El resto de nosotros fluctuamos por distintos tragos siendo un Cuba Libre mi alternativa aquella fría noche berlinesa.

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El último día de nuestra incursión alemana tenía tanto para ofrecer que ni 24 horas daban abasto y fue necesario acotar las opciones. Con mi novia arrancamos, como de costumbre, bien temprano nuevamente hacia la isla de los museos para conocer los tesoros del Neues Museum.

Las piezas expuestas en aquel recinto parecían una amalgama entre lo arqueológico y lo artístico. Por ejemplo, los muros expuestos del antiguo Egipto trasvasaban, en mi opinión, la barrera de lo histórico hacia la belleza de sus tallados jeroglíficos. Entre la variedad de esculturas de la época de los faraones llamó nuestra atención la de una mujer amamantando a su hijo en un color turquesa y la de una pareja de regentes que escondía una presencia particular al costado de su asiento.

Jeroglíficos
Decime si estos jeroglíficos no son una obra de arte
Madre turquesa amamantando
Madre turquesa amamantando
Escondido de los regentes
¿Quién se esconde de los regentes?

Tras visitar algunos sarcófagos diseminados por ahí, enfilamos hacia el mayor responsable del cúmulo de visitas que recibe el museo: el busto de Nefertiti. Un cartel prohibiendo fotografías daba comienzo a un extenso pasillo con desembocadura a un hall donde descansaba Nefertiti, tan perfecta que parecía real. Las facciones, los colores y la fineza de aquella reina eran tan atrapantes que invitaban a perderse en su mirada.

Imagínense lo cautivante que debe haber sido esa mujer (y lo excelso de aquella escultura) que el museo dedicó un espacio exclusivo para ella. No solo eso sino que además, relegado en la entrada de aquel pasillo asomaba casi desapercibido otro busto algo más deshecho: el de Akhenaton, marido de Nefertiti y faraón de Egipto.

Ojo de Horus
Ojo de Horus
Akhenaton
Akhenaton fisura
La cruz de la vida
La cruz de la vida

Aparte de disfrutar de otras piezas recomendadas por el museo como “La cabeza verde de Berlín” o “El Sombrero dorado de Berlín” (cuya forma me hizo acordar al sombrero seleccionador de Hogwarts), nos pegamos una vuelta por el área de arte y cultura celta para aprender un poquito sobre ese mítico pueblo de la edad de hierro.

Cabeza verde
Es verde oscuro, lo juro
Sombrero dorado de Berlin
¿Gryffindor o Slytherin?
Celta
Para Enya

Satisfechos por tanta historia y arte, nos reencontramos con el resto de mi familia para almorzar en un bar con un jardincito bien bonito. Mientras compartíamos en la mesa nuestras experiencias de la mañana, mi novia se encargaba de organizar otro encuentro con su hermana (y conmigo por supuesto).

Siendo que ellos también estaban turisteando por Berlín, era algo complicado coordinar para coincidir en tiempo y espacio. A pesar de ello, sabíamos que era una de las pocas oportunidades en la que íbamos a poder compartir tiempo con ella y su novio. Después de todo, una vez concluido nuestro viaje, ellos permanecerían asentados allí forjando su presente y su futuro.

Dado que faltaban algunas horas para aquel reencuentro, le insistí a mi novia para visitar otro museo, exclusivamente de arte esta vez. Ella, algo a regañadientes pero comprensiva, accedió y nos tomamos un colectivo hacia la Gemäldegalerie, una pinacoteca hogar de obras de renombrados artistas de la talla de Durero, Tiziano, Rubens, Rembrandt y muchos más.

Gemaldegalerie
Usted está ingresando a la Gemäldegalerie...

Sin embargo, mi motivación (o empecinamiento) para visitar aquel museo radicaba en que custodiaba una de mis obras preferidas: Los proverbios flamencos de Brueghel, el Viejo. Para aquellos que no la conocen, la pintura es una composición bien cargada de personajes participando en situaciones que hacen referencia a más de 100 proverbios, algunos de los cuales llegaron a nuestros días.

Me resulta sorprendente el trabajo que le debe haber llevado plasmar en tan poco espacio y de manera tan elocuente el objetivo de aquella obra. Dada la cantidad de detalles en la escena, es una pieza para mirarla bien de cerca y tratar de identificar el mayor número de proverbios posibles. O al menos eso es lo que yo encuentro entretenido…

Proverbios Flamencos
Los proverbios flamencos
Proverbios Flamencos
Manu está feliz...

Chocho por haber cumplido mi deseo, regresamos caminando hacia el Mitte con el ritmo necesario para poder apreciar las nimiedades que le dan ese no sé qué a la ciudad. Cosas tan simples como el reflejo de los sauces en un canal perdido o la titilante figura del Ampelmännchen en los semáforos vestido con su particular sombrerito.

Luego de un nuevo encuentro con mi cuñada que recaló en una revisita más puntillosa de la Topographie des Terrors, nos despedimos por última vez. Mi novia derramó alguna que otra lágrima pero con la certeza de que esto era un hasta pronto.

Arroyo de Berlin
Vistas desapercibidas por las calles de Berlín
Logo

Con el sol entrando de frente, cruzamos la puerta de Brandemburgo en dirección al Tiergarten que más que un parque parece una micro reserva natural. Los senderos que cruzaban sus adentros eran recorridos por ciclistas, parejas, peatones y corredores que encontraban allí un oasis de naturaleza en medio de la abrumadora urbe de cemento.

El parque es tan grande y hermoso que se da el lujo de permitir cursos de agua por sus entrañas los que invocan una paz solo asignable a la música que genera el agua fluir. Tras unos minutos de andar, dimos con una avenida desolada que nos llevó indefectiblemente hacia el corazón del Tiergarten. Allí, nos topamos con la columna de la Victoria sosteniendo un heraldo dorado con la misión de custodiar la escena.

Tiergarten
Tiergarten es un verdadero pulmón en medio de la ciudad
Columna de la victoria
La columna de la Victoria
Columna de la victoria
Y su heraldo dorado

Aquel fue el último punto de reencuentro familiar. Una parte del grupo aprovechó para subir a los pies de la escultura del color del sol en busca de una vista privilegiada de la ciudad.

Como en días anteriores, regresamos al departamento para cenar en familia y compartir nuestras experiencias a sabiendas de que era el último momento europeo reunidos. Al día siguiente, mis hermanos y cuñadas deberían partir en tren hacia Praga. Por otro lado, mi madre, mi novia y yo teníamos cita en el aeropuerto de Tegel con distintos puertos aguardándonos: ella para Copenhague y nosotros hacia Madrid.

Como habrán notado, conforme fue avanzando este eurotrip familiar, cada parte del grupo fue armando su propio itinerario en consonancia con sus gustos y curiosidades. Si bien en un comienzo el plan era tratar de compartir lo más posible todos juntos, se impuso la sana conducta de explorar un tanto en soledad y otro en compañía.

El último día en Berlín cayó como anillo al dedo para una necesaria descompresión familiar luego de tanto viaje en conjunto. Ahora, solo restaba contar los minutos para pisar las más cálidas y familiares tierras de España.

Aquel fue uno de esos viajes que difícilmente se repitan, por el tamaño del grupo, por la coordinación de agendas y porque con el paso del tiempo nuestros intereses se bifurcan cada vez más. Sin embargo, por fortuna (e iniciativa materna) el viaje ocurrió y quedó en mi memoria como una de las experiencias más bonitas de mi vida.

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