Namibia, al fin

Namibia, al fin

2 enero, 2021 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior La península de punta a punta

Mientras aguardábamos el despegue de nuestro vuelo operado por la ignota aerolínea Air Namibia, ya comenzaba a bullir en mí un caldo de sensaciones sobre el inminente próximo destino.

Convenientemente sentados en la fila de la puerta de emergencia con espacio de sobra para estirar los pies, me recosté sobre la ventanilla. Desde allí presencié la rutinaria danza de los operadores de pista cuyos ademanes, transporte de equipaje y carga de combustible eran el último paso a sortear antes de partir.

El asunto es que los segundos se tornaron minutos… y varios minutos. Superada la hora pautada para el despegue, los murmullos comenzaron a invadir el ambiente inyectándole más presión a la propia de toda aeronave. Lo único que pudimos percibir fue un ida y vuelta entre los tripulantes y un pasajero. Pero de información, ni hablar.

Al cabo de una hora de estar sentados sin tener noticias sobre la demora, el capitán se hizo escuchar a través de los parlantes pidiendo las pertinentes disculpas. Luego nos informó que, al parecer, un pasajero había despachado una valija conteniendo un medicamente esencial para su salud.

Por ende, fue necesario ir a la bodega, encontrar su equipaje y retirar dicha medicina. Siempre y cuando el muchacho no la palme en pleno vuelo…

Ya en el aire, nos avisaron de una escala en el aeropuerto namibio de Walvis Bay, la cual no estaba prevista en nuestros pasajes. Más allá de agregarle más ansiedad a nuestro arribo, reconozco que me sorprendió ver desde el aire aquel pequeño aeropuerto emplazado en medio de la nada, como si de una base militar oculta se tratara.

Walvis Bay
Escala en la nada misma

Finalmente, tras casi 2 horas de vuelo,  llegamos al aeropuerto internacional Hosea Kutako en Windhoek, la capital de Namibia.

Una vez descendidos del avión, era el momento de enfrentar uno de los momentos cruciales de esta aventura africana: ingresar al país. Para ello debía presentar las visas que había tramitado desde Argentina vía embajada de Namibia en Brasil. Mi ansiedad llegaba al pico…

Al llegar al mostrador de migraciones, nos atendió una señora que estaba comiendo unas papas fritas, con la mejor cara de “Quiero estar en casa viendo Netlfix”. Al recibir nuestros pasaportes nos indicó, más con la mirada que con palabras, que nos dirigiéramos hacia una oficinita cercana a fin de corroborar si nuestros papeles estaban en regla.

Dentro de aquella oficina de paredes de cristal, había dos empleados del aeropuerto conversando lo más despreocupados, como si estuvieran teniendo una charla de amigos en un bar.

Al entrar allí, sin ninguna intención de incomodarlos y casi que pidiendo permiso, saludamos y les dijimos que nos enviaba la señora del mostrador. Inmediatamente, uno de los dos se retiró a sus tareas dejando al otro libre para realizar las suyas.

Tras un breve análisis de los papeles que le entregamos, el señor nos llenó el pasaporte con sellos de un color púrpura. Con el estampado de cada sello yo me sentía cada vez más seguro de mi victoria. No sé bien por qué, pero me da la sensación de que una vez que vuelcan la tinta migratoria en mi pasaporte es una señal de que todo salió bien.

Visa
¡Objetivo cumplido!

Ya ubicados en la zona de tránsito común del aeropuerto, empezamos a revisar todos los cartelitos sostenidos por las personas encargadas del traslado de pasajeros hacia sus respectivos alojamientos en busca de mi apellido, tal como habíamos arreglado con el hotel.

No obstante, el traslado nunca apareció y nos vimos obligados a contratar uno de los tantos taxis que pululan en los aeropuertos para que, después de 40 minutos por la ruta namibia, nos depositara en el Windhoek Gardens Guest House.

Rutas namibias
Por las rutas namibias a toda velocidad

Tras aguardar a que el huésped delante de nosotros terminara su reserva, nos anunciamos en la recepción para hacer uso de la noche que habíamos reservado.

Luego de hacer los trámites pertinentes que todo registro en un hotel requiere, le pregunté a la recepcionista si era seguro salir por la noche a comer algo o recorrer la ciudad. Con una sonrisa me respondió en perfecto inglés: “Por supuesto!!! No hay ningún problema”.

Siendo que había leído previamente que deambular en la noche por aquella ciudad no era una opción muy segura, su respuesta me sorprendió por lo que le insistí:

 “Genial! Conocés algún lugar al que podamos ir a cenar?”

 “Ohhh, me preguntaste si era seguro para USTEDES? Lo lamento pero absolutamente NO! Está bien para MI o cualquiera de acá salir, pero USTEDES deberían tener cuidado!”

Windhoekwest
Donde está el agite...

Siendo que nuestro talante se caía de turista, preferimos no tentar a la suerte y cenar en el hotel. Luego de acomodarnos en nuestra habitación que se destacaba por su pared pintada con dos caballos salvajes, fuimos a recorrer las instalaciones que contaban con una pequeña pileta, una zona de lectura, un restaurant y una terracita muy amena.

Hotel Namibia
Habitación estimulante
Hotel Namibia
Una confortable sala de estar

Como al día siguiente teníamos pautado un tour bien madrugador, resolvimos cenar bien temprano, aún con luz de día, en el patio del hotel. El lugar contaba con una parrilla donde se estaba asando una carne de orix increíble que acompañé con un pan de ajo y manteca y una cerveza local. Ahora sí, ya estaba en Namibia.

Orix a la parrilla
Orix a la parrilla con pan de ajo, manteca y cerveza. Cerrame la 4!!!
Logo

El primer tour que contratamos con la empresa Wild Dog Safaris, nos iba a llevar durante 3 días hacia el norte recorriendo parques en modo safari. Por ello, la primera mañana tuvimos que hacer un pronto check out y tener listas las valijas para volver a partir.

Sentaditos en un escalón estábamos aquella despejada mañana esperando a que nos pasen a buscar cuando de repente vimos llegar un camión con todo el aspecto de estar preparado y equipado para afrontar una travesía de ese calibre.

Ni bien estacionó frente al hotel, descendió del lado del acompañante un señor que se presentó como Jason y que sería nuestro guía por los próximos días.

Wild dog safaris
La empresa de tours
Camión Wild dog safaris
Nuestra casa por una semana

Tras acomodar las valijas en el piso superior de la parte trasera del camión, nos ubicamos en un par de los asientos disponibles. Con el correr de los minutos, los demás asientos irían recibiendo a sus nuevos ocupantes con quienes, además, terminaríamos conformando aquel ecléctico grupo de múltiples nacionalidades.

Al presentarnos y conocernos un poco me di cuenta de la fragilidad de las fronteras como concepto. Me refiero a que pareciera ser que la tendencia es que ya nadie vive donde nació.

Mientras tu lugar de nacimiento lo determina el azar, tu lugar de residencia es producto de tu voluntad. Les paso a explicar, el contingente estaba compuesto por:

Joe, estadounidense viviendo en Brasil

Lyn, galesa viviendo en Inglaterra

Donna, canadiense viviendo en Kenia

Sophie, austríaca viviendo en Sudáfrica

Paul, coreano viviendo China

Su-Min, coreana viviendo en Congo

Y nosotros dos argentinos de Argentina…

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Conexión natural en Etosha

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