Últimos días asiáticos

Últimos días asiáticos

26 mayo, 2021 4 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Dos palacios, un santuario y un secreto

Por una demora en nuestro vuelo de regreso a Seúl, “cortesía” de la empresa Cebú Pacific, arribamos nuevamente a Incheon con más de tres horas de retraso.

Más allá del hastío esperable que este tipo de situaciones genera, agréguenle que haber llegado pasadas las 10 de la noche tuvo como corolario que el trencito hacia el centro de Seúl haya cerrado la persiana por la jornada.

Por si eso fuera poco, mientras disfrutábamos el hermoso clima de Filipinas, el invierno había recrudecido en Corea y la temperatura estaba varios grados por debajo del 0.

En este tipo de situaciones en las que el devenir de los sucesos es inevitable, lo mejor es aceptarlas y tratar de adaptarse al nuevo panorama. En ese momento supuse que el método más eficaz para llegar a nuestro hotel iba a ser mediante un taxi.

Si bien sé que había algunos servicios de colectivos con destino a Seúl, eso hubiera implicado tener que ponernos a estudiar la ruta de cada uno, ver qué tan cerca nos dejaba, hacer combinaciones y demás.

Pero como en ese momento tenía encima un menudo resfrío con su consecuente dolor de cabeza, lo único que quería era llegar al hotel y tirarme en la cama.

Revisando el celular
Hasta ellas estaban buscando cómo salir del aeropuerto...

Con nuestro objetivo en mente fuimos al primer taxi apostado en la puerta de la terminal y le preguntamos si podíamos pagar con tarjeta de crédito ya que estábamos pelados de efectivo. El taxista me miró con una cara de “¿En qué planeta vivís que no vas a poder pagar con tarjeta un taxi?”. Bendita Corea del Sur del primer mundo…

Mientras nos trasladábamos por las vacías autopistas del área metropolitana, veía con un ojo la nieve acumulada en los costados de la calle, testigo de una intensa nevada reciente, y con el otro el taxímetro que no paraba de subir. Tratando de hacer las cuentas al estilo John Nash, dividía por 70 cada bajada de ficha que se sentía como un pequeño puñal para la billetera.

Mal hecho!!! Tendría que haberme relajado y dar por hecho que ese iba a ser el taxi más caro de mi vida… Y bien que lo fue.

Luego de que el taxista se pasara una cuadra y haya tenido que dar una vuelta extra, llegamos a nuestro segundo hotel coreano, reservado también a través de Hotwire, y que nada tenía que ver con el de la primera parte.

En este caso nos tocó en suerte el lujoso hotel Skypark Dongdaemun 1, una torre de 4 estrellas a la que jamás hubiéramos accedido de no ser por dicha página de internet.

Skypark Dondgdaemun
Olaf nos da la bienvenida
Skypark Dondgdaemun
La recepción del hotel

Además de la recepción impecable, la decoración del hotel era muy fina y cuidada. Daba la sensación de que cada arreglo floral o cuadro estaba donde tenía que estar.

Tras un viaje en ascensor más largo que un día sin pan, llegamos a nuestra habitación hermosamente climatizada. La cama king size me enamoró a primera vista y tuve con ella un intempestivo encuentro del tercer tipo nomás pisar la habitación.

Estaba descansando unos segundos por el trajín del viaje cuando mi novia me llamó sorprendida desde el baño. Me imaginé que no podía haber cucarachas en tan suntuoso establecimiento; aun así me levanté como pude con mi galopante gripe a cuestas y fui a ver qué pasaba.

Habitación
La cama oblonga
Vista desde la habitación
Alta vista desde la habitación

Menuda fue mi sorpresa al ver algo tan maravilloso, tan fantástico, tan revelador como aquel inodoro electrónico multifunción con la capacidad de regular la altura, calentar el asiento, expulsar un chorrito de agua cual bidet y hasta despedir una corriente de viento para el posterior secado. Digan que estaba pegado al piso, si no, me lo traía en la valija.

Luego de esos primeros instantes de exaltación por las maravillas habitacionales, que por cierto incluían unas panorámicas tremendas de la ciudad, nos fuimos a dormir para tratar de recuperar nuestras mentes y cuerpos como es debido.

Inodoro
La estrella del lugar...
Control remoto
...y su control
Logo

El día siguiente amaneció sin una nube en el cielo e invitándonos a recorrer el exclusivo barrio de Dongdaemun, famoso para los turistas por ser sede de cantidad de negocios de diseño, moda, shoppings y mercados locales.

Nuestro primer paso fue ir en busca de un cafecito para desayunar. A sabiendas de que la oferta iba a ser amplia, nos permitimos perder unos minutos pateando la nieve y arrojándonos bolas nevadas como dos chicos de 6 años.

Finalizadas las hostilidades, desembocamos en una especie de panadería/café que funcionaba en la entrada de un edificio de oficinas de modo tal de absorber la clientela trabajadora de aquel recinto.

Siendo que nosotros no estábamos trabajando pero teníamos hambre, nos sentamos en un par de silloncitos a disfrutar un café calentito y unas facturas mientras observábamos a los coreanos ir y venir, subir y bajar, entrar y salir, inmersos en el ritmo laboral típico de cualquier día de la semana.

Desayuno
Hermoso lugar para desayunar

Sin ningún plan organizado, salimos a caminar por Cheonggyecheon, un paseo público creado a lo largo del río homónimo que cruza la ciudad. El clima hizo que se encontrara desprovisto de gente pero cubierto de nieve otorgándole un carácter paisajístico muy particular. Tal es así que una de las fotos que le tomé tuvo el honor de ser el fondo de pantalla del celular de mi abuela.

El resto de la mañana se nos fue visitando algunos mercaditos tradicionales en busca souvenirs para la familia pero más que nada con el único afán de pasear sin ningún apuro.

Cheonggyecheon
El fondo de pantalla de mi abuela
Mercado
De paso por un mercado local
Shopping subterráneo
Shopping subterráneo para escapar del frío

Una de las principales atracciones de la zona es el inmenso Dongdaemun Design Plaza, un gigantesco edificio que se jacta por no poseer líneas ni ángulos rectos en su estructura. Miren que por más que busqué, no le encontré ninguna…

Dongdaemun Design Plaza
El curvilíneo Dongdaemun Design Plaza
Dongdaemun Design Plaza
Buscando la entrada al coloso de metal
Dongdaemun Design Plaza
Curvos pasajes exteriores

Con todo el día por delante, nos adentramos en el gigante curvilíneo de metal para encontrarnos con infinidad de negocios de diseño que serían la gloria para mi hermano mayor y su mujer.

Como no nos apuraba nadie, recorrimos uno por uno, anaquel por anaquel. Si bien ese tipo de negocios no suelen ser de mi interés, reconozco que había bastantes artículos que me hubiera traído a casa.

Gracias a unas escaleras de lo más extrañas que parecían no dar a ningún lado y desafiar las leyes de la física, pudimos acceder a la segunda planta donde había más negocios de diseño.

Stands
Diseño a la venta
Escaleras
Escaleras estilo M. C. Escher

Allí encontramos un local en el que te tomaban una foto y una semana más tarde te la mandaban en forma de chocolate. En otro local, te escaneaban de cuerpo entero para generar tu muñequito personalizado en 3D que podían despachar a cualquier parte del mundo. Igualmente, era tan caro que preferí quedarme con mi única versión de mí mismo.

Lo cierto es que hubo un negocio que nos atrajo más que el resto: experiencias de realidad virtual. Tras ver a un par de señoras pasándolas lo más bien montadas en una especie de simulador sin techo con los visores puestos, nos animamos a subirnos y contratar la experiencia de montaña rusa que incluía la persecución de un helicóptero.

Me resultó de lo más curioso la forma en que aquellos cascos lograron sumergirme en esa realidad paralela al punto tal de levantar los pies cuando parecía estar cayendo al vacío o esquivar los disparos virtuales del helicóptero virtual. Lo único malo fue que no duró más de 5 minutos, pero la adrenalina que se generó fue tal que quizás es mejor que así haya sido.

Miniaturas
Miniaturas personalizadas
VR
Un viaje de realidad virtual

El exterior de este complejo también se hallaba invadido por esculturas de una naturaleza mezclada por el arte y el diseño. Mejor dicho, era algo muy semejante al arte contemporáneo… y ya saben lo que pienso de ese tipo de manifestaciones artísticas.

Como fuere, a su manera concordaban con el estilo del lugar y le daban un atractivo extra a las pasarelas que lo rodeaban.

Arboles reciclados
Reciclaje arbóreo
Pandas trepadores
Pandas trepadores por la ciudad
Huevo
Un huevo de dinosaurio en pleno Seúl !!!

Ya en las últimas horas de nuestro periplo asiático, nos avocamos a pasear por uno de los tantos mega shoppings de la zona, un tanto para ver si encontrábamos algo a buen precio y otro tanto para escapar del frío.

De hecho, casi de casualidad dimos con una zona en donde encontramos un montón de ropa tirada en el piso rodeando una especie de habitación gigante. Luego de investigar un poco, nos dimos cuenta de que en el interior estaban los dueños de aquellas pertenencias disfrutando de un concierto virtual de algunas de las tantas estrellas del K-Pop.

De haber llegado unos minutos antes me hubiera encantado participar de esa experiencia y sentir de primera mano la fascinación que tienen en ese país por un tipo de música que mueve millones.

K-POP
Viviendo la experiencia K-POP a mi manera

Sin mucho más por recorrer y con la cabeza ya agotada por tantas experiencias, no quedó más que subirnos al oportuno shuttle gratuito hacia la estación central de trenes, proporcionado por el magnífico hotel Skypark.

Allí nos reencontramos por última vez con el eterno tren que conecta con el aeropuerto. Mis últimos minutos en Corea los empleé en seguir el partido de cuartos de final del abierto de Australia entre el alemán Mischa Zverev y el posterior campeón suizo Roger Federer.

De antemano y dado el carácter de metrópolis que envuelve a Seúl, no tenía demasiadas expectativas con lo que allí podía encontrar. Pero me equivoqué de lo lindo. Seúl me atrapó al instante con su amalgama de futuro y tradición, sus rascacielos de vidrio y sus palacios de madera, su sabroso bulgogi y su picante kimchi.

Así y todo, creo que sentirme un testigo ajeno de la rutina fue una de las experiencias más gratificantes de mi visita a Corea. Esa impresión de parecer el único turista en medio del caos cotidiano y poder disfrutarlo desde una posición de espectador fue de lo más surreal.

Ojalá pueda regresar a esa tierra del futuro, con un clima más benévolo en lo posible, para adentrarme aún más en su gastronomía, su cultura, su idioma y sus tradiciones. Las ganas están pero solo el tiempo dirá.

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