Luego de 3 o 4 piezas de exquisito deleite para nuestros oídos, resolvimos continuar investigando las entrañas del casco histórico de la ciudad. Como tantas ciudades de Europa, el mero hecho de caminar por la calle es un espectáculo en sí, al menos desde lo arquitectónico.
Cualquier museo, cualquier iglesia, cualquier edificio gubernamental es un poema. Fue así que, frente al palacio Primaciálny, encontramos un par de bicicletas de esas antiguas con la rueda delantera gigante y la trasera diminuta.
Ambas estaban adheridas al suelo y eran tan solo un atractivo más de la ciudad. Pero mi hermano mayor no íbamos a perder la oportunidad de subirnos para la foto, obviamente. Dos grandulones digamos…