Clean, green & serene

Clean, green & serene

17 marzo, 2021 0 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Una muestra de calidez y naturaleza

A poco más de 25km por la ruta con costa al mar Caribe se encontraba Castara, un pueblo de pescadores super pequeñito, con una playa de ensueño y una vibra pacífica dominando la escena.

Como les comenté anteriormente, nuestro hospedaje durante esta segunda semana en Tobago sería el Cheno´s Coffee Shop ubicado estratégicamente a 2 minutos a pie de la playa.

Al llegar, nos atendió el mismísimo Cheno quien nos avisó que aún no estaba lista nuestra habitación (acertadamente nombrada “Cappuccino”, con lo que me gusta…). Por ende, aprovechamos para comer algo en el modesto restaurant del lugar.

Si bien el dormitorio era por demás pequeño, lo compensaba con dos decks. Uno estaba al frente y contaba con dos sillitas y una mesa mientras que el restante se escondía en la retaguardia con vista a la selva tropical. Además, una hamaca paraguaya nos pedía por favor que nos recostáramos entre sus fibras.

Habitación Capuccino
La habitación justa para mí
Habitación Castara
La casa es chica pero el corazón es grande

Una vez instalados en nuestros aposentos, aprovechamos el hermoso día para bajar a la playa y quedar maravillados por ese mar turquesa que competía con la selva tropical para ver quién era capaz de acaparar una mayor porción de paraíso.

Encima, la playa tenía la cantidad justa de turistas como para que cada uno tenga el espacio suficiente para relajarse sin molestar a nadie. A eso súmenle los barquitos de madera apostados apenas mar adentro.

Como broche de oro, agreguen la sombra de unos árboles que permitían descansar en la arena sin preocuparse por el candente hostigamiento del sol.

Tras permanecer un par de horas allí, quedamos completamente inmersos en aquella frase que Wayne nos dijo unos días atrás para describir Tobago: “Clean, green and serene”.

Playa Castara
Una de las mejores playas de m vida

De regreso en nuestro alojamiento conocimos a Lloyd y su mujer, una pareja de británicos jubilados (muy frecuentes por todo el Caribe) que llevaban tres semanas en Tobago.

Si me preguntan a mí, creo que es una cantidad excesiva de tiempo para permanecer allí. No obstante lo cual, es una excelente opción si se está en plan anti stress.

Mientras la mujer (que sabrán disculpar pero no recuerdo el nombre) leía sus varios libros, Lloyd se lucía tocando unas dulces melodías en su guitarra acústica las cuales acompañaba con su agradable voz.

Para nuestra sorpresa, esa misma noche tuvo lugar una especie de barbeque a la que asistieron (y asistimos) turistas de todo el pueblo. Miren si tendré suerte que aquella velada estuvo acompañada por un infaltable show de mi nuevo amor, el steel pan.

Así fue que entre covers en clave caribeña, algo de baile y otro tanto de rum punch (un trago típico de por allí), pasamos nuestra primera noche en la serena Castara.

Barbeque
Potente cena. El rum punch no salió porque ya me lo había bajado
Logo

A la mañana siguiente, nomás salir de la habitación vimos un par de aves muy coloridas alimentándose de unas semillas de papaya que la mujer de Lloyd les había dejado en la baranda del deck.

¿Ustedes se dan cuenta de lo increíble que es para la gente de ciudad como yo amanecer y encontrar una imagen así?

Ave comiendo
Blue-gray Tanager desayunando
Ave comiendo
El nombre de este te lo debo...

Un millón de fotos a los pajaritos después, fuimos al restaurant para ver qué había de desayuno, el cual estaba incluido.

Casi como una costumbre cuando estoy de vacaciones y para variar la rutina casera, me pedí unos huevos revueltos con panceta los que, además, vinieron acompañado por unas rodajas de algo denominado Coconut Bake (pan de coco).

No hay forma de explicarles con palabras el orgasmo culinario que resultó ese pan de coco. De haberlo conocido antes hubiera sido capaz de caminarme desde Buccoo hasta Castara cada mañana en búsqueda de esa delicia. Es más, creo que es una gran motivación para regresar a Tobago algún día.

Coconut Bake
Desayuno de campeones. Y el coconut bake se lleva todos los premios

Mientras terminaba de chuparme los dedos con ese desayuno, observamos que a un par de metros Lloyd y Simon (el hermano de Cheno) estaban zapando con sus guitarras y amenizando la mañana.

No me acuerdo cómo pero se enteraron de que yo tocaba la guitarra y me invitaron a zapar con ellos y, de cara rota, fui nomás.

Mientras Lloyd y yo fraseábamos algunas melodías de reggae, Simon se lucía con un jammin´ al mejor estilo jamaiquino. Así estuvimos algunos minutos ante la atenta vista de los demás comensales que nos congraciaron con sus generosos aplausos.

Entre los espectadores se hallaba Spotty, el perro del lugar que estaba echado lo más pancho al sol sin ninguna preocupación en su horizonte.

Spotty
Spotty chillaxing...

Siguiendo aquel ejemplo canino, empleamos el resto del día para caminar por el minúsculo pueblo y aventurarnos apenas más allá por la ondulada ruta sin ningún apuro.

Nuestro paso manso y tranquilo nos llevó por las casitas humildes de maderas coloridas con sus banderas rojas, negras y blancas colgando de las ventanas.

A su vez, pasamos por la iglesia St. Peter R. C. (el único edificio religioso de Castara), que se hallaba acompañada por la frondosa selva a diestra y el mar cristalino a siniestra.

Como no podía ser de otra manera, el día culminó con otra incursión playera con un sol en retirada que dejaba tras de sí un cautivante color naranja en el firmamento.

Escudo Nacional
Orgullo nacional en las casas
Caribe Castara
Caminata con el mar cerquita
Atardecer en Castara
Un atardecer de película en Castara
Logo

Pero no crean que Castara fue solo playa y pan de coco, no señor. A las 6 de la mañana del día siguiente nos pasó a buscar con su combi un tal Newton George. Resulta que este señor es una celebridad nacional, el mejor ornitólogo del país y nuestro guía en tour privado por el centro de la isla.

Al parecer, cuando no está de campaña por el mundo o en un prestigioso congreso, se gana la vida realizando tours de avistajes de aves en su tierra.

Todavía a oscuras por la noche replegándose, pasamos a buscar unas botas de lluvia y enfilamos hacia las entrañas de la Main Ridge Forest Reserve, la reserva natural más antigua del hemisferio occidental.

Habiendo dejado el vehículo a un costado del camino, caminamos por dos horas a través de los difusos senderos llenos de barro (de ahí la necesidad de las botas). Atravesamos la tupida selva tropical cuya densa canopea impedía en gran medida el paso de la luz solar, otorgándole a su vez, una cierta penumbra mística y una frescura sorprendente.

Newton George
Follow the leader
Main Ridge Forest Reserve
Adentrándonos en la selva
Main Ridge Forest Reserve
Main Ridge Forest Reserve, naturaleza en estado puro

Durante nuestra inmersión selvática tuvimos la oportunidad de avistar más de 30 especies de aves, una más hermosa que la otra. Estoy seguro que, de haber ido por nuestra cuenta, no hubiéramos visto más que plantas y barro.

El ojo clínico y la vasta experiencia de Newton George fueron indispensables para la detección de estas hermosas criaturas que se camuflaban magistralmente con la vegetación.

Tanta naturaleza me incitaba a respirar bien profundo, como buscando incorporar el aire más limpio que pudiera existir y tratar de llevarme conmigo algo de esa pureza.

Qué conveniente sería poder traernos con nosotros un pedacito de lo lindo de cada lugar y liberarlo cuando el ajetreo de la vida cotidiana aqueja. Supongo que las fotos y los recuerdos son lo más parecido a esas dosis de escape tan necesarias hoy en día…

Habiendo arrancado tan temprano, también terminamos temprano y, a eso de las 11, volvimos para degustar un brunch caribeño seguido de una siesta más caribeña aún.

Ave Castara
Pajarito retacón
Flor Castara
Planta mutante
Ave Castara
Posando para la foto

Hacia la tarde, ya se había convertido en costumbre bajar a la playa para relajar. En esta oportunidad nos apostamos en un barcito con vista al mar donde fuimos testigos de una situación algo tragicómica.

Mientras charlaba con mi novia y disfrutaba de un jugo de ananá recién exprimido, vimos cómo unos botecitos de madera se acercaban a la costa para descargar la pesca del día.

La metodología consistía en anclar a unos 30 metros de la costa mientras unos jóvenes, de no más de 25 años, se cargaban un par de pescados al hombro y se abrían paso entre el oleaje para llevarlos al mercado unos metros tierra adentro.

Así iban y venían de a pares compenetrados en su ritual hasta que de pronto el ritmo de trabajo se vio interrumpido. Al parecer, a uno de los chicos se le resbaló un pescado (que medía como un metro de largo) y se le perdió entre el oleaje.

Pesca artesanal
La pesca artesanal de cada día

En vez de seguir camino hacia el mercado para dejar el otro, el joven empezó a requisar el mar en buscar del pescado perdido. Habrá estado como 20 minutos buscando a sabiendas de que cada segundo transcurrido equivalía a menores chances de recuperar el botín.

De repente, se le sumó otro chico para tratar de encontrar la pesca. Mientras tanto, desde el rústico bote de madera el capitán trataba de usar su posición elevada para dar con el tesoro extraviado.

En un momento caí en cuenta de que lo que para mí representaba un simple pescado, para ellos podía significar un ingreso monetario muy relevante. Después de todo, su metodología artesanal resultaba muy trabajosa.

El caso es que casi 40 minutos después del accidente y con un grupo considerable de gente con el agua hasta las rodillas mirando para abajo, dieron por perdida la batalla y desistieron de la búsqueda.

Para que no les quede un sabor amargo por su desgracia, sepan que del barquito habrán bajado no menos de otros 50 pescados…

Pesca artesanal
Pescado más fresco que este no se consigue

Posiblemente parte de aquella pesca haya formado parte del menú nocturno de D´Almond Tree, uno de los restaurantes más pitucos del pueblo. Por mi parte degusté unos impecables langostinos en salsa de ajo y coco con papas al romero mientras que mi novia optó por un pollo en salsa de mandarina.

Sea como sea, luego de aquella cena quedamos prestos para ir a dormir y soñar con pescaditos elusivos.

Cena en D´Almond Tree
Langostinos en salsa de ajo y coco con vegetales varios. Un manjar

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Amor por Tobago

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