Las últimas postas de nuestro viaje de hermanos nos fueron empujando hacia el este, una parte de Europa un tanto menos publicitada que su contraparte occidental. Separada por unos escasos 55km de Viena, hubiera sido una picardía pasar por alto la vecina Bratislava, capital de Eslovaquia.
Un fugaz viaje en tren de una hora para sortear la frontera, que en aquel tramo coincide con el omnipresente Danubio, nos depositó en la estación Hlavná. A poco de bajarnos del tren, notamos que el ambiente de la estación se anunciaba un tanto desmejorado desde lo arquitectónico.
Durante nuestra larga caminata hacia el hotel, vimos que aquella condición de deterioro se reproducía en los edificios, en las calles, en los autos. Con esto no quiero decir que se caía todo a pedazos, pero en comparación con la impoluta perfección austríaca, acá las cosas parecían un poquito más descuidadas.
El anteúltimo alojamiento de nuestra travesía europea tuvo como protagonista al elegante hotel Apollo. Si bien estaba ubicado algo lejos del centro, sus 4 estrellas y confort fueron un necesario aliciente para el inevitable cansancio que se suele acarrear en las postrimerías de un viaje de este calibre.
Linda ciudad, eso sí como la caminamos!
🙂