Hacia el este, Bratislava

Hacia el este, Bratislava

31 diciembre, 2022 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Un final entre ópera y diversión

Las últimas postas de nuestro viaje de hermanos nos fueron empujando hacia el este, una parte de Europa un tanto menos publicitada que su contraparte occidental. Separada por unos escasos 55km de Viena, hubiera sido una picardía pasar por alto la vecina Bratislava, capital de Eslovaquia.

Un fugaz viaje en tren de una hora para sortear la frontera, que en aquel tramo coincide con el omnipresente Danubio, nos depositó en la estación Hlavná. A poco de bajarnos del tren, notamos que el ambiente de la estación se anunciaba un tanto desmejorado desde lo arquitectónico.

Durante nuestra larga caminata hacia el hotel, vimos que aquella condición de deterioro se reproducía en los edificios, en las calles, en los autos. Con esto no quiero decir que se caía todo a pedazos, pero en comparación con la impoluta perfección austríaca, acá las cosas parecían un poquito más descuidadas.

El anteúltimo alojamiento de nuestra travesía europea tuvo como protagonista al elegante hotel Apollo. Si bien estaba ubicado algo lejos del centro, sus 4 estrellas y confort fueron un necesario aliciente para el inevitable cansancio que se suele acarrear en las postrimerías de un viaje de este calibre.

Hotel Apollo
El bonito hotel Apollo
Hotel Apollo
Vista desde adentro

Aunque era mediodía, las condiciones de check in predeterminadas nos decían que íbamos a tener que esperar unos minutos hasta que la habitación estuviera lista. Afortunadamente, las inmediaciones del hotel presentaban varias opciones gastronómicas para cumplir con el almuerzo.

Casi por un cuestión de “haberlo visto primero”, fuimos a un restaurant llamado Moko muy agradable y tan vacío como se espera para un martes al mediodía. Revisando el menú me encontré con una opción demasiado tentadora como para dejar pasar: sándwich de pato.

Aquel plato estuvo realmente fantástico y cada bocado fue un placer. Acá quiero destacar que hay ciertas circunstancias que pueden enaltecer aún más cualquier comida a saber: el día agradable, la compañía, la tranquilidad circundante, el contexto de un viaje.

La contraparte de ese almuerzo es que me dejó knock out. Una siempre bienvenida ginger ale me asistió en la titánica tarea de bajarlo por la garganta, pero la insoslayable digestión posterior me llevó sus buenos minutos.

Sandwich pato
Mi sándwich de pato aniquilador

Una vez en la habitación, acomodamos un poco nuestras cosas y salimos renovados a recorrer esta intrigante ciudad que nos hospedaría por tan solo 2 días.

Para nuestra primera recorrida en Bratislava decidimos atravesar el Starý Most (Puente Viejo), un histórico puente que data de los inicios del siglo XIX. Allí, como en tantos otros puentes que franquean el Danubio, se pueden obtener unas bonitas vistas de la ciudad.

Petržalka1
No me canso de ver el Danubio

Ya del otro lado del río habíamos entrado sin saberlo en Petržalka, el barrio más grande de Bratislava. Pero no nos aventuramos más allá del gran parque bautizado en honor al poeta eslovaco Janka Kráľ, empotrado en los márgenes de la rivera.

El cielo despejado y la temperatura se prestaban inmejorables para un agradable paseo bajo las copas de los árboles. Además, la caminata me vino como mil maravillas para seguir bajando el almuerzo…

Petržalka
Ingresando a Petržalka
Petržalka
Paseando sin rumbo por el parque

Una atracción algo llamativa de esta parte de la ciudad asomaba varios metros sobre nuestras cabezas como punto de partida del puente SNP. Casi como sacado de un cuento de ciencia ficción del siglo pasado, un enorme observatorio en forma de plato volador coronaba el pilón de este puente atirantado.

De hecho, el puente es coloquialmente llamado “Puente OVNI” por los locales. El observatorio además alberga un restaurant con hermosas panorámicas de la ciudad. Las mismas que tendría cualquier alienígena proveniente del espacio…

Petržalka Ovni
El OVNI que todo lo observa desde el puente

Ya de regreso, al otro lado del puente, nos topamos con un monumento que a esta altura se había convertido en un clásico europeo: el Pilar de la Plaga.

Así como sus homólogos austríacos, esta columna de sienes doradas fue construida a principios del siglo XVIII para conmemorar el fin de la peste que se cargó a unos 4.000 presburgueses (gentilicio de los habitantes por aquellos años).

Columna peste Bratsilava
Una más y van...

A pocos metros de allí y entronado sobre una elevación del terreno se vislumbraba el milenario Castillo de Bratislava. Tras dilucidar la mejor (y menos extenuante) ruta para acceder a este inconfundible símbolo de la ciudad, enfilamos hacia el portón de Sigismundo, una de las múltiples entradas del predio.

Los primeros 500 escalones hacia esta entrada fueron llevaderos. Luego, una distancia similar en forma de rampa adoquinada ascendente nos depositó en la puerta de Viena. Desde allí pudimos ingresar propiamente al casco donde está el castillo.

Castillo Bratislava
Arrancando el ascenso...
Castillo Bratislava
...hasta el portón de Sigismundo

De un blanco impoluto y tejas de color ladrillo, el castillo de Bratislava alberga actualmente el Museo Nacional Eslovaco. Desde la terraza custodiada por la estatua de Svatopluk I (antiguo soberano de la Gran Moravia), es posible acceder al interior del castillo no sin antes disfrutar unas hermosas postales de la capital.

Castillo Bratislava
El Hrad (castillo) de Bratislava
Castillo Bratislava
El ingreso al que no ingresamos

Dado que eran casi las 4 de la tarde (y el museo cerraba a las 5), dimos por finalizada nuestra visita y comenzamos el mucho menos exigente descenso. Bajar por las callecitas internas aledañas al castillo nos permitió descubrir la belleza oculta en sus márgenes.

Esculturas de bronces perdidas, persianas de madera oscura y flores colgando de las ventanas le otorgaban a la ciudad ese encanto particular únicamente asequible cuando uno se pierde o divaga sin rumbo fijo.

Paseo
Perdiéndose por la callecitas de Bratislava
Paseo
Las callecitas europeas tienen un no se qué
Escultura bronce
Arte de repente por la calle

Antes de cruzar la transitadísima autopista Staromestská, ya podíamos divisar el siguiente punto turístico de nuestra recorrida. Pero para poder llegar allí nos vimos forzados a bordear varios metros de la autopista hasta encontrar un paso que nos facilitara el cruce.

Una vez del otro lado, caminamos por las murallas medievales de piedra hasta desembocar finalmente en la Catedral de San Martín (que nada tiene que ver con el Libertador argentino). De un característico estilo gótico y románico, esta catedral es famosa por haber sido el lugar elegido para la coronación de 11 reyes húngaros desde el siglo XVI hasta el XIX.

Catedral San Martín
Entre murallas y autopistas
Catedral San Martín
La modesta catedral

Me resultó curioso que, dada su importancia histórica, las dimensiones del sacro recinto sean por lejos mucho menores a las de tantas otras catedrales vistas hasta el momento. Por su puesto que, una vez dentro, los hermosos vitrales y el alto techo abovedado no tenían nada que envidiarles a sus semejantes europeas.

Catedral San Martín
Al fondo el altar...
Catedral San Martín
...con sus caleidoscópicos vitrales

Toda esta impronta del medioevo ya estaba haciendo de Bratislava un lugar bien interesante y atractivo. Y todavía faltaba mucho más por descubrir…

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Un centro histórico hermoso

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