A poco de zarpar, nuestra embarcación empezó a tambalearse bien sabroso, de izquierda a derecha, de arriba abajo. Los pasajeros, uno por uno, acudían a la popa en busca de aire y hasta la mismísima tripulación tenía dificultades para mantener el equilibrio.
En ese momento pensé que hubiera sido buena idea tomarme un Dramamine preventivo, sobre todo al presenciar cómo la señora que tenía enfrente no pudo contener el desayuno dentro de sí.
Mientras tanto, un par de pasajeros estallaban en llanto víctimas del pánico. Traté de ubicarnos futilmente en el GPS del celular para ver qué tan lejos de tierra firme nos encontrábamos pero la pantallita me decía que estábamos rodeados de azul.
Para sobrellevar la situación, mi estrategia consistió en mirar un punto fijo en el horizonte, pero claro, en ese momento el horizonte se había convertido en un blanco móvil. Mi mujer, aterrada, buscó en mí algunas palabras alentadoras y lo mejor que se me ocurrió fue decirle: “Lo más probable es que no pase nada”.
Un tour bastante azaroso por lo visto, pero una experiencia inolvidable. Fotos estupendas. Muy buen relato!.
Un azar caprichoso que nos llevó por aguas turbulentas para depositarnos en buen puerto.
Gracias!
Muy entretenido tu relato Manu , te felicito
Gracias!! Abrazo! 🙂
Manu no se si mi comentario aparecio o no, solo quiero decirte que te estas acercando al Manco de Lepanto en versión Beattle
Jajaja, demasiado elogio por parte de vuestra merced!!
Abrazo!