Afortunadamente nuestra búsqueda culminó prontamente ante la aparición de un restaurant llamado ROSSO di Acqua e Sole. Bien austríaco, no?
Nomás ingresar nos dimos cuenta de que ese iba a ser uno de los almuerzos más caros de nuestra visita al viejo continente. Con nuestro mejor aspecto de turistas avanzamos unos metros buscando una mesa para sentarnos.
A ver, mesas disponibles sobraban. Pero ese tiempo en el que uno parece estar en búsqueda de un lugar para ubicarse, realmente lo está utilizando para echar un vistazo y tratar de interiorizarse con el ambiente. Pues bien, nuestra primera impresión fue la de estar entrando más a una boutique que a un restaurant.
La música ambiente, los comensales de traje, las luminarias Art Deco y la multiplicidad de estantes sosteniendo velas, vinos, arreglos florales y canastas de mimbre nos hicieron sentir como sapos de otro pozo. Pero el hambre pudo más y nos ubicamos con toda la confianza que confiere el saber que uno es un cliente más.
Los precios del menú iban a tono con el resto del lugar pero decidimos no prestarles atención ya que, después de todo, los gustos hay que dárselos en vida. Mi elección aquel mediodía fue un osobuco con Gremolata y risotto con azafrán que estaba para chuparse los dedos.
jajaja me hiciste acordar ese plato que pedí ni bien llegamos. Era una locura. Y la catedral de Linz ufff, la mas grande que vi en vida creo..
“¿Y estos giles qué hacen acá?” jajjjjajja posta, no sé por qué nos mandamos por ahí.
Había hambre, cualquier lugar era bienvenido… a cualquier precio