Mi 2ª Maravilla Natural: el Río subterráneo

Mi 2ª Maravilla Natural: el Río subterráneo

28 abril, 2021 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior ¡Hacia Puerto Princesa!

El día más importante, turísticamente hablando, amaneció tan prometedor que las expectativas autoimpuestas habían alcanzado niveles insospechados.

Finalmente había llegado el momento de conocer mi segunda Maravilla Natural del mundo: el río subterráneo de Puerto Princesa. Para ello, habíamos contratado de antemano un tour de día completo.

Pero antes de siquiera saborear tan ansiado momento, debimos trasladarnos rumbo norte durante dos horas en una camioneta que nos levantó del hotel a las 7 a.m.  Los caminos no menos selváticos que los atravesados un par de días atrás fueron afrontados con mayor prudencia al volante y sin ninguna señal de inoportunos mareos de mi parte.

Río subterráneo
Bienvenidos al Parque Nacional del Río Subterráneo de Puerto Princesa

Arribados a destino, nos dirigimos hacia una zona costera entrometida por los ya típicos riscos de piedra caliza y algunos negocios ávidos de recibir el aluvión de viajeros. Como era temprano, la cantidad de turistas no me pareció extraordinaria, considerando que estábamos hablando de la principal atracción natural de Filipinas.

Luego de unos breves minutos, un barquito de madera celeste y blanco de poco calado se arrimó a la costa para invitarnos a subir bajo la despreocupada vigilancia de nuestro guía. Con cada medio de transporte que nos tomábamos, las ganas de llegar avanzaban dos casilleros.

Superada la siempre turbulenta zona de rompiente, navegamos por casi media hora hacia otra costa en la cual un cartel nos daba la bienvenida al famoso río subterráneo. Pero hete aquí que allí era donde desembocada el oculto río.

Para llegar a su parte subterránea debimos caminar casi 5 minutos por unos caminitos de madera hacia el interior de la selva.

Playa del río subterráneo
Último desembarco antes de llegar al río
Cuidemos la biodiversidad
El ingreso desde el aire
Jungla pre río
La jungla antes del río

Según nos contó el guía, la marea estaba baja y eso era beneficioso ya que las visitas estaban supeditas a los designios de Poseidón que parecía sonreírnos aquella mañana. El punto final de nuestra caminata tuvo lugar a orillas de una suerte de pequeño lago.

En uno de sus márgenes ya podía percibirse la entrada a la cueva por la que el río se entrometía por más de 8 km. Si bien la excursión no tenía la intención de remontar tamaña distancia, los 4 km aptos para su recorrido lo convierten en el río subterráneo navegable más largo del mundo.

Caverna río subterráneo
La caverna hacia el interio del río

Más rápidos que un bombero, nos colocamos los chalecos salvavidas, el casco y nos subimos a la canoa apostada en la orilla. Si bien el bote tenía capacidad para 10 personas, nos apropiamos de los dos asientos más cercanos a la proa para asegurarnos una vista de privilegio. Para nuestra sorpresa, la visita incluía audio guía y, para multiplicar nuestro asombro, ¡Tenía explicación en español!

Conforme navegábamos hacia las entrañas de la cueva, la oscuridad comenzaba a tomar protagonismo. Si bien las fotos con flash estaban prohibidas, el remero apostado en la popa llevaba consigo una potente linterna con la que iluminaba las formaciones rocosas colgando del techo cual espada de Damocles aunque carentes de todo peligro.

Embarcando las canoas
¡Yo voy adelante!
A punto de entrar
Con el entusiasmo y la ansiedad a tope

Una de los datos más sorprendentes provistos por la audio guía fue la manera en que dichos techos adquirieron esa forma que bien podría confundirse con la de la roca derretida.

Al parecer, el agua filtrada desde la parte externa y superior de la cueva fue erosionándola durante tantísimos años de arriba hacia abajo imprimiéndole ese aspecto suavemente ondulado.

En un momento del recorrido, ya absolutamente a oscuras, me saqué los auriculares por unos instantes para atestiguar el sonido de la cueva. La continuidad de aquel cerrado silencio cavernoso se veía únicamente interrumpida por el goteo de los techos impactando sobre el agua o por el particular sonido de los miles de murciélagos atornillados a la roca sobre nuestras cabezas.

Navegando el río subterráneo
Navegando hacia el abismo
Formaciones geológicas
La eterna erosión

De hecho, una de las recomendaciones del guía fue la de no mirar demasiado hacia arriba, ni mucho menos hacerlo con la boca abierta. De esa forma se podía evitar ser el desagradable receptor de una deyección de alguno de los tantos primos de Batman.

Tras casi una hora de recorrido entre ida y vuelta, retornamos al mismo lugar por el que ingresamos cuya luz encegueció nuestros ojos adaptados a tanta oscuridad.

Mientras esperábamos el traslado de vuelta, vimos como un reptil tan largo como mi altura y de aspecto similar al dragón de Komodo se paseaba entre la gente como pancho por su casa. Es que en realidad, él estaba en su casa y nosotros nos habíamos invitado sin previo aviso…

El falso dragón de Komodo
Casi que era un dinosaurio el bicho

Ya cerca del mediodía regresamos al lugar donde los negocios que les mencioné antes esperaban llenar sus arcas con el contingente de visitantes. Claramente la espera había rendido sus frutos. El caudal de turistas era significativamente superior al que nos recibió unas pocas horas antes.

Muchos de ellos aún aguardaban el traslado para visitar el río subterráneo bajo la latente amenaza de una creciente marea que ponía en jaque sus planes. No me canso de decirlo, madrugar para hacer turismo SIEMPRE garpa.

Otro de los puntos a favor del tour contratado fue que incluía un almuerzo buffet en un lugar de comidas con vista al mar y equipado con bandejas repletas de todo lo que pudiera entrar en mi estómago.

Tan felices como quien acaba de alcanzar un objetivo en la vida, disfrutamos aquel almuerzo charlando con algunos turistas australianos que se mostraban como moneda corriente por aquellos lares. Su presencia era consecuencia de lo barato que les resultaba y de la relativa cercanía que presenta Filipinas con la tierra de los koalas y el didgeridoo.

De regreso en el hotel, aprovechamos para reservar el tour del día siguiente en una oficina de turismo convenientemente ubicada en el segundo piso y que aceptaba tarjeta de crédito. Definido el plan de mañana, salimos a buscar un lugar para comer en la noche filipina que nos abrumó con su caótico tránsito.

No hubo que buscar mucho hasta que pude sentarme a degustar un sabroso pescado llamado Talakitok proporcionado por el restaurante Balinsasayaw. Apenas quedaron las espinas…

Cena Puerto Princesa
Talakitok con vegetales en Balinsasayaw
Logo

Habiendo visitado el tan anhelado río subterráneo el día anterior, sentía que todo lo demás que pudiera ofrecerme este viaje iba a ser un regalo extra para mi corazón. Con esa fantástica actitud encaramos un nuevo día que nos tenía listos para embarcarnos en un no tan tempranero island hopping por la Honda Bay.

Debo confesar que, habiendo experimentado esta modalidad de ir saltando de isla en isla unos días antes por los prístinos paisajes de El Nido, los terruños visitados en esta ocasión, si bien bonitos, no tenían forma de hacerle frente a los anteriores.

Nuevo island hopping
Un nuevo island hopping comienza...

Ya de arranque nos dijeron que, dada la bravura con la que amaneció el mar aquel día, iba a ser imposible visitar la Starfish Island. Sin embargo, nos avisaron que tenían pensado compensarlo con un poco más de snorkel a mar abierto.

Así las cosas, la primera posta de la excursión fue el Pambato Reef, perfectamente distinguible por la inmensa tortuga de madera en el techo de una plataforma flotante desde la cual nos terminaríamos zambullendo para hacer snorkel.

El inconveniente era que la zona habilitada para bucear estaba delimitada por unas redes con boyas que dejaban muy poco espacio para el esparcimiento. A eso súmenle el gran número de personas que se iban agregando para chapotear alrededor.

Tortuga gigante
Habría que preguntarle a Nemo cuántos años tiene esta

Muy cerca de allí se encontraba Luli Island, una isla bastante pelada de vegetación pero con un castillo de arena muy bien logrado. Lo más destacable eran los incipientes manglares que buscaban sobrevivir en las salobres aguas cristalinas de la bahía.

Otro dato interesante de la isla era que aparecía y desaparecía según los caprichos de la marea. Pero más allá de eso, no encontramos mucho más para hacer que pasear un rato de aquí por allá.

Castillo de arena
Castillito de arena
Cartel
Y un poco de contexto
Luli Island
El paraíso ante mí

Como último punto del recorrido pusimos pie en la Cowrie Island. Como se hallaba atestada de gente, apenas tuvimos tiempo suficiente para almorzar en un local de comidas, luego de hacer la correspondiente cola…

Casi me olvido, a lo último hicimos el prometido snorkel suplente pero que no resultó nada del otro mundo. De hecho, una integrante del grupo fotografió con su cámara subacuática un pez escorpión. ¡Con lo venenosos que son! Mejor salir de allí pronto…

Crisálida
Un poquito de naturaleza para cerrar

Siendo uno de los últimos días de nuestro periplo asiático, las horas finales de la jornada en el hotel mirando tele y comiendo galletitas en buena compañía me resultaron casi tan provechosas como lo realizado pocas horas atrás. Como les he comentado en algún post anterior, realmente puedo disfrutar bastante la vida de hotel…

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Navidad en los manglares y la mejor playa

Logo