Nuevos amigos en la ciudad blanca

Nuevos amigos en la ciudad blanca

4 febrero, 2020 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Regalo de recibida

Repitiendo el modus operandi del arribo limeño, personal de la empresa, en este caso una señorita, nos estaba esperando sosteniendo un cartel con mi nombre (y apellido incompleto), preparada para acompañarnos a nuestro alojamiento arequipeño.

En esta oportunidad, el depositario de nuestras valijas fue el hotel Meliana, ubicado cerca del parque Selva Alegre, con su techo tejado, su pacífico jardín interno y emplazado estratégicamente a unas escasas 10 cuadras del centro histórico.

Como dato de color les cuento que Arequipa es conocida como la ciudad blanca por el color del sillar, material volcánico con el cual están construidas la mayoría de sus edificaciones

Aeropuerto de Arequipa
Lindo lugar para meter un aeropuerto
Hotel Meliana
Jardincito interno del hotel

Con el sol aproximándose al cénit, salimos a recorrer la ciudad en busca de un lugar para almorzar que se materializó bajo la forma de un restaurante fusión de cocina peruana y francesa. Buscando no desentonar con la idiosincrasia del lugar, me pedí una crepe rellena de hongos, aceitunas, cebolla y rocoto.

Para aquellos que no lo conocen, el rocoto es un típico pimiento andino y el que formó parte de mi plato estaba particularmente picante, tanto que me destapó las vías aéreas hasta bien entrado el cráneo.

Dado el vertiginoso ritmo que se lleva en los viajes al alquilar un paquete, ni bien terminado el almuerzo regresamos al hotel donde nos esperaba un tour por la ciudad y alrededores. Fue en aquel paseo que conocimos a Alicia, Ed y Enrique, nuestros compañeros de ruta durante los próximos días.

Crepe de rocoto
La crepe de rocoto en el restaurante Crepísimo. Efecto trepanador al instante...
Logo

Alicia era una española que trabajaba para una multinacional y que se incorporó al tour un poquito más tarde debido a los problemas de aterrizaje que tuvo su vuelo proveniente de Lima. Más allá de ese inconveniente que le quitó unas horas de tour, ella se veía siempre optimista y presta para aprovechar cada momento con su mejor sonrisa.

Por otro lado, Ed, canadiense, y Enrique, mexicano, eran dos amigos ya jubilados que tenían en su haber infinidad de viajes. Ed conocía más países de los que pueda recordar, se autodefinía como un “foodie” (persona a la que le encanta comer), era un aficionado a la fotografía y un apasionado por la historia de cada lugar que pisaba. Por su parte, Enrique vivía en los Estados Unidos con su mujer y estaba planeando mudarse hacia Sarasota para pasar sus años de retiro salpicados, desde ya, por algún que otro viaje alrededor del globo.

Por esas cosas de la vida, hubo buena química en el grupo de manera instantánea, dando lugar a conversaciones sobre las costumbres, historia y hasta política de cada uno de nuestros países.

Entre charla y charla, llegamos a las afueras de la ciudad donde descendimos para unas vistas panorámicas del paisaje con la compañía de una escultura de madera de un Ekeko siempre sonriente. El Ekeko es un dios de la abundancia y de la fertilidad de la zona del altiplano al que se le colocan cigarros o “puritos” encendidos en la boca a modo de ofrenda.

Arequipa suburbana
Arequipa suburbana
Ekeko
El sonriente Ekeko

Tras unas fotos abrazando a la risueña divinidad, continuamos viaje hacia el mirador de Yanahuara, una serie de arcos con versos de varios poetas tallados en bajo relieve con vista hacia tres imponentes volcanes: el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu.

Parroquia de Yanahuara
Parroquia de Yanahuara
Arco de Yanahuara
Las frases en los arcos

Ya regresando a la urbe arequipeña, tuvimos el placer de visitar el solemne monasterio de Santa Catalina. Sus paredes blancas, azules y rojas protegiendo el patio central, los claustros, la basílica, la antigua cocina y la zona de lavandería, estaban conectados por callecitas internas que bien podrían ser parte de un pueblo colonial perdido en el tiempo.

Monasterio de Santa Catalina
Pasillos rojos
Monasterio de Santa Catalina
Galerías azules
Logo

El tour finalizó en la plaza de armas de Arequipa, flanqueada en tres de sus aristas por galerías antiguas y por la magnánima catedral en la restante. Al ingresar en aquel sacro establecimiento, observamos el altar con la bandera nacional y del Vaticano a cada costado y tras de sí, una ornamentación religiosa fastuosa hecha con pan de oro que iba del piso al techo.

Entre los frescos que impregnaban las paredes destacaba uno representando la famosa escena bíblica de “La última cena”, solo que en este caso mostraba un sincretismo entre la evangelización forzosa de los españoles y algunos elementos propios de la cultura andina como mazorcas de maíz y ajíes sobre la mesa (redonda en esta adaptación) y un cuy como plato principal.

En el transcurso de nuestro viaje, aquella conjunción de cultura y religión se manifestaría varias veces más, solo que había que estar atento para descubrirla.

La última cena andina
Ese Judas Iscariote andino sí se puede ver
Altar de oro
Altar de oro

Dado que ya empezaba a oscurecer, y aprovechando que estábamos en el punto más turístico de la ciudad, buscamos un bolichín para ir a comer con mi novia (Alicia, Ed y Enrique decidieron regresar al hotel y cenar allí).

Al ojear el menú, un bife de alpaca me pidió por favor que le diera una oportunidad y, como estaba con el fácil, le hice caso maridándolo con una escueta ración de vegetales y un jugo de naranja.

Bife de Alpaca en Chemineé
Bife de Alpaca en el restaurante Chemineé. Bastante amarreta la porción, no?

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post El cóndor pasa… (y el apunamiento también)

Logo