Corría el mes de octubre de 2013, la presentación de la tesina de mi novia se acercaba y con ello la culminación de su Licenciatura en Ciencias Biológicas. Fue por eso que comencé a elucubrar un plan para regalarle algo especial en reconocimiento por tanto esfuerzo y constancia.
Por lo tanto, puse manos a la obra y decidí que aquel regalo se materialice bajo la forma de un viaje cuyo destino venía rondando por mi cabeza hace rato. Sabía de su interés por conocer Perú, aquel andino país con costa al pacífico, cuna de tan enigmática civilización, tierra del Inca y tanto más.
No sé si alguna vez se habrán encontrado en la posición de planificar un viaje sorpresa, pero puede resultar bastante complicado coordinar fechas, evitar que el secreto salga a la luz o incluso aguantar la ansiedad por contarlo.
Dados mis compromisos laborales (porque después de todo yo iba a ser parte del regalo también), el viaje debía ser en enero, época que coincidía con la temporada baja y que mi novia tenía libre para vacacionar. A fin de dejar la menor cantidad de detalles librados al azar, decidí contratar una empresa de viajes para que se encargue de todo, lo cual es algo muy poco frecuente en mí. No obstante, la ocasión ameritaba que el plan saliera a la perfección.
Tras un ida y vuelta con la agencia de viajes, definimos un itinerario de 9 días por el sur del país. De los pasajes se ocuparían ellos para lo cual tuve que hurtarle el pasaporte a mi novia y mandarles a escondidas una copia de la primera página.