Pero la nota de color la dio mi hermano menor que se pidió un par de salchichas austríacas que venían acompañadas por una guarnición de papas con algo de aderezo repostado sobre un costado del plato.
El hecho es que mi hermano venía metiendo bocado tras bocado como un campeón mientras charlábamos sobre la continuidad de nuestro día. En un momento, tuvo la razonable idea de untar uno de esos bocados con algo del aderezo en cuestión y que, vale aclarar, tenía muchísimo aspecto de mostaza. Ahí fue cuando su voz dejó de escucharse en la conversación…
Mi otro hermano y yo seguíamos charlando y a los pocos segundos volteamos la mirada hacia nuestro hermano menor para conocer su opinión sobre algo que hoy no recuerdo. Sus ojos vidriosos, su cara enrojecida, su tos intermitente y su desaforada necesidad de agua nos decían que algo raro estaba pasando.
Pero no se alarmen!!! No se estaba ahogando ni estaba teniendo una reacción alérgica, nada de eso. Resulta que ese aparentemente inofensivo aderezo estaba hecho con algo llamado Kren, un rábano ultra picante muy típico de la cocina austríaca.
Como mi hermano desconocía el origen de tal amenaza, le entró sin asco a esa pasta y a los pocos segundos los resultados se hicieron notar. Por supuesto que lo primero que hicimos fue matarnos de risa luego de lo cual decidí probar una pizca de aquel terrorista del sabor. Créanme que no era solo picor lo que contenía el también llamado “rábano de caballo”, ahí había algo más y era literalmente incomible.
Una vez mi hermano menor estuvo repuesto del ataque del rábano, levantamos campamento y nos aprestamos a recorrer la ciudad que ya estaba totalmente cubierta por la cálida luz del sol.
jajaja como olvidar el atracón de Joaco con el picante en ese café. Sobre el café central recordaba que tenía unos salones al fondo pero había olvidado cuan bellos eran. ¡Tremendo Viena!
Cuándo volvemos???