Safari en el Parque Nacional Kruger

Safari en el Parque Nacional Kruger

10 abril, 2020 4 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Luna de miel en Sudáfrica

A las 6 en punto la combi de Nhongo Safaris nos esperaba afuera presta para recorrer durante cerca de 5 horas las rutas sudafricanas. Rutas que se encontraban flanqueadas por campos ondulados interrumpidos únicamente por alguna que otra mina de carbón por aquí y una planta nuclear más allá.

A pocos kilómetros del parque, en Nelspruit, hicimos una parada técnica para cambiar de transporte hacia una camionetita abierta y sin ventanas. Es decir, algo más apto para un safari cuya comandante sería Kara, nuestra guía y compañera durante los próximos 3 días.

Rutas sudafricanas
Camino al Parque Nacional Kruger
Camioneta
Kara al volante
Ride
Nuestra camionetita para safari

El parque Kruger es inmenso y no alcanza ni un mes para recorrerlo entero. En nuestro caso nos tocó en suerte la zona suroeste, haciendo base en el Nkambeni Safari Camp. El campamento estaba situado sobre el límite externo del parque a 10 minutos de la Numbi Gate, una de las múltiples entradas al parque.

Los campamentos en Kruger están preparados para todo tipo de visitantes, desde mochileros con carpa hasta aquellos que se acercan más al “glamping”.

Al momento de reservar el tour no teníamos noción de qué zona del parque íbamos a recorrer ni de qué alojamiento nos iba a tocar.

Al arribar a Nkambeni, nos mostraron una especie de “club house” construido enteramente en madera que albergaba el comedor, una zona de descanso, baños y la recepción, todo con vista a un parque con pileta separada por unos escasos 20 metros del alambrado del parque. Claramente superaba el tipo de alojamiento que teníamos en mente.

Nkambeni
¡Bienvenidos al Nkambeni Camp!
Restaurante de Nkambeni
El restaurante del camping
Piscina de Nkambeni
La pileta a pocos metros de Kruger

No conformes con ello, tras hacernos el check in, Kara nos condujo por un caminito de maderos con más de 50 cabañas en sus márgenes. Una de ellas sería nuestro hogar

La cabaña era una especie de carpa gigante, o viceversa, aun no lo descifro. Tenía paredes de tela bien gruesa de un verde militar, mosquiteros en ventanas y cama, luz eléctrica, aire acondicionado, baño privado con agua caliente y un pequeño deck al fondo con vista a la jungla.

Faltaría a la verdad si les dijera que el desayuno y la cena no estaban incluidos. Si esto no era “glamping”, pegaba en el palo.

Ya instalados, retornamos a la zona de la recepción para reencontrarnos con Kara quien nos presentó a una pareja de jubilados escoceses que serían nuestros compañeros de safari por un par de días.

Sin habérnoslo propuesto, el destino nos sonreía: un campamento impecable y solo cuatro personas en una camioneta (más la guía) auguraban una experiencia fantástica.

Habitación
Nuestra habitación, un lujo inesperado
Lagartija
Compañía adentro
Pajarito
Compañía afuera
Logo

El itinerario durante esos tres días arrancaba despertándonos cerca de las 5 de la mañana (horas en las que las aves tienen bastante actividad). Luego de atacar el suculento desayuno buffet, salíamos a recorrer el parque equipados con nuestros binoculares y cámaras hasta el ocaso.

De antemano teníamos ciertas dudas sobre cuántos animales íbamos a ver o si incluso podríamos llegar a avistar el Big 5: elefante, rinoceronte, león, búfalo y leopardo. Por esos días comenzaba la temporada húmeda la cual proveía a la fauna de una amplia selección de espejos de agua en los que saciar su sed y un incipiente follaje arbóreo que contribuía a su camuflaje.

Amanecer en Kruger
Así da gusto madrugar

Los tiernos impalas fueron los primeros en aparecer, comiendo sus pasturas, tan gráciles y saltarines. Los primeros ejemplares llevaron a Kara a aminorar la marcha y la ráfaga de fotografías no se hizo esperar.

Tras media hora de recorrido, los impalas eran tantos que parecían plaga, por lo que, ante su presencia, seguíamos de largo hasta encontrarnos con algo más exótico. Resultaba curioso que hasta entonces nunca en mi vida había visto un impala y luego de media hora ya tenían la rareza de una paloma en Plaza de Mayo.

Impala
¡Un impala!
Impalas
Un millón de impalas...

¡Qué ingenuos al creer que la oportunidad de ver tamaña fauna podía sernos esquiva! Ante nosotros desfilaron  jabalíes, springboks, cocodrilos, hipopótamos, monos, iguanas, camaleones, hienas, jirafas, cebras, wildebeests, rinocerontes, tortugas, kudus, leones, búfalos e infinidad de aves.

Jabalí
Pumba
Cebras
Cebras gorditas
Mono
Primo de Rafiki
Halcón
Ave de rapiña
Kudu
Kudu
Hiena
Hiena cachorrona

Solo nos faltó el leopardo, el más difícil. Hubo un momento en que estuvimos cerca de encontrarlo por el dato de un avistamiento que se echó a correr por los walkie talkie de los guías. Al llegar al lugar indicado, un contingente de vehículos estaba reunido alertados por la posible presencia del felino, pero luego de unos minutos de paciente espera, resultó evidente que ya se había marchado.

Podría haberme quedado con la espina de conocer al elusivo leopardo pero, sinceramente, hasta el momento ya habíamos visto mucho más de lo que esperábamos y estábamos por demás conformes.

Búfalo
Búfalo cabezón
Jirafa
La hippie de Kruger
Hipopotamo
Happy as a Hippo
Ave
Ave desconocida
Leones
Leones pachorra
Rinoceronte blanco
Mi preferido

Los elefantes merecen una mención aparte. Tan inmensos y parsimoniosos ellos, son como se los ve en la tele: la mamá con sus crías jugueteando en el barro, cruzando el camino tan cerca que parecería que uno los puede acariciar, tirándose tierra sobre el lomo, rascándose contra un árbol hasta casi derribarlo y los elefantitos bebé que parecieran montar un show de ternura para nosotros.

Elefante
La estrella del lugar
Elefante
Chapoteando en el agua

Con el corazón lleno de tanta naturaleza concluyó nuestra estadía en Kruger debiendo partir nuevamente hacia Johanesburgo para continuar recorriendo tan hermoso país.

Luego de un par de paradas innecesarias en Pretoria y en el aeropuerto (recurso de la empresa de tours para abaratar costos y sumar clientes), arribamos nuevamente a nuestro adorado African Pride.

Sin embargo, nuestra estadía solo alcanzó para pasar la noche y armar las valijas ya que al día siguiente despegaba nuestro vuelo rumbo a Ciudad del Cabo.

Logo

Bonus track: última cena en Melrose Arch. Las papas fritas en el jarro de loza y la pala oficiando de plato denotan lo careta del restaurant.

Nyama Na Kumba
Nyama Na Kumba en el restaurante Moyo

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Ciudad del Cabo, una singularidad africana

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