Al llegar a Aguas Calientes, el caudal de turistas se hacía notar. Las colas hacia los buses que realizaban el ascenso a Machu Picchu se extendían aún en temporada baja. Pero, como habíamos contratado un paquete, ya contábamos con las entradas en nuestro haber. Una fila menos para hacer…
Con cada asiento ocupado (y nosotros adentro), el bus comenzó su ascenso por el sinuoso camino hacia la mítica ciudad. A mitad de camino, nos bajaron para tomar otro bus que se encontraba 50 metros más adelante; al parecer, un deslizamiento producto de las últimas lluvias hacía imposible un trayecto directo.
Hasta ahí todo bien, pero la situación se puso un poco tensa cuando el nuevo bus pergeñó un giro en forma de U dejando parte de la carrocería suspendida al vacío y varios corazones en la boca. Afortunadamente el resto del recorrido transcurrió sin sorpresas.
Luego de subir unas escaleras, llegamos finalmente a la cima. En ese instante, aquella imagen plasmada miles de veces en libros, televisión y afiches se reveló ante mí: Machu Picchu me daba la bienvenida.
Si bien una inoportuna nube no me permitía apreciarlo en su totalidad, la energía de aquel lugar ya empezaba a circular por mis venas. Tras incontables fotos de todos los ángulos posibles, comenzamos el descenso hacia uno de los más hermosos patrimonios de la humanidad.
Como he gozado con las descripciones del recorrido por el maravilloso imperio incásico. Lo ameno del relato me tuvo pendiente hasta el ultimo párrafo..
Casi casi como hacer el camino del Inca no?? Jeje
Gracias por el comentario.
Abrazo!!
Muy lindo viaje! Como bien dijiste Manu, es un viaje que toda persona no puede dejar de hacer. Fantásticas fotos y por lo que se vé, tentadoras comidas!
Hay que reservarse un tiempito para visitar Perú 😀
En cuanto a las comidas, no por nada la cocina peruana tiene fama mundial