33 horas de vuelo

33 horas de vuelo

17 abril, 2020 0 By Manu

Transitando el último tramo del 2016 y con enero de 2017 a la vuelta de la esquina, decidí poner manos a la obra y sumirme en una maratónica sesión de búsqueda de pasajes con destino incierto.

El primer paso consistió en repasar los conocidos metabuscadores Kayak, Skyscanner y Google Flights. Más que nada para tener un pantallazo de los precios a los que me estaba enfrentando.

Simultáneamente revisaba páginas de ofertas aéreas como Infoviajera.com y promociones-aereas.com.ar con la esperanza de que apareciera una oferta para el esquivo mes de enero. Figurita difícil si la hay…

¿Y saben qué? ¡La oferta apareció! En esta oportunidad, Turkish Airlines había perdido la cabeza ofreciendo pasajes baratísimos a tres destinos (de mi interés al menos): Nueva Delhi, Bangkok y Seúl. Por supuesto que cada viaje incluía escala en Estambul y un tiempo de traslado total de más de 30 horas. Pero apelando a mi juventud como argumento, aquello resultaba secundario.

Mapa
¿A dónde esta vez?

Hacía rato que queríamos viajar al sudeste asiático con mi novia por lo que Bangkok se presentaba como la opción indiscutida. Sin embargo, un día después de publicada la oferta, los pasajes a la capital tailandesa ya se habían agotado. Honestamente me generó un poco de fastidio conmigo mismo el no haber reservado al instante ese vuelo.

En mi defensa, quiero destacar que de haber comprado esos pasajes, lo hubiera hecho sin la anuencia de mi señora novia con quien preferí consultar previamente tamaña empresa y erogación. Y bien que lo hice porque esas decisiones se deben tomar en conjunto.

En fin, con Bangkok descartado, consideramos que India no era un país para visitar en ese momento de nuestras vidas dejando a Corea del Sur como la última y vencedora participante. Así que sin más preámbulos, ingresé a la página de la aerolínea turca y reservé nuestra aventura de más de 20 días por tierras asiáticas.

Con pasaje en mano, el siguiente paso consistía en indagar sobre los menesteres del país anfitrión. Lo primero a considerar es que estábamos viajando hacia el invierno del hemisferio norte donde Seúl se anunciaba por demás gélido con temperaturas bajo cero.

Como el frío extremo no se caracteriza por ser un elemento indispensable en nuestras vacaciones (más bien es un repelente), resolvimos pasar unos pocos días en la capital coreana y el resto de nuestro bautismo asiático en la más paradisíaca y cálida Filipinas. Pero eso es otra historia…

Logo

Nuestra incursión coreana incluiría un total de 5 días, 3 al comienzo y 2 al final. Los hoteles para cada porción correrían otra vez por cuenta de la página Hotwire.com (la misma que usamos para Bruselas y Barcelona).

El primer hotel que nos tocó en suerte fue el ignoto Hotel Factory. Por las fotos no parecía ser la gran cosa, pero tenía una ubicación inmejorable. Algo que nos llamó la atención era la falta de una página web a la cual acceder para conocer un poco más sobre dicho alojamiento, lo que nos generaba algunas dudas sobre aquel lugar. Sea como sea, ya estaba reservado y de cualquier forma nos íbamos a acomodar a lo que fuere.

Hotel Factory
Así se mostraba el misterioso Hotel Factory

Entonces, aquella noche del 1º de enero de 2017 partimos desde Ezeiza en nuestro primer tramo hacia Estambul. Desde ya que no pudimos escapar de la infaltable escala en Guarulhos en la que permanecimos casi dos horas arriba del avión.

Tanto la comida y la atención como el entretenimiento a bordo resultaron bastante placenteros y le otorgaron momentos de fugacidad a ese primer vuelo. A eso hay que sumarle las intermitentes siestas, tan necesarias y evasivas, que se intentan en lo complejo de la verticalidad de los asientos.

Tras aterrizar en el aeropuerto de Ataturk, el frío hizo su primera aparición al salir por la manga dándonos un pre aviso de lo que nos esperaba.

Aquel aeropuerto era inmenso, con infinitas salas de espera para infinitos vuelos. Una cantidad pasmosa de negocios daba la sensación de estar en un shopping con pasarelas larguísimas para trasladarse y llegar en horario al vuelo.

Aeropuerto de Ataturk
Listos para hacer turismo de aeropuerto
Aeropuerto de Ataturk
Y comer algo desde luego...

Como era de madrugada, el caudal de gente era bastante acotado para los estándares que me imagino debe manejar tamaña terminal. Teniendo que quemar 4 horas de espera hasta nuestro próximo vuelo, decidimos hacer algo de turismo de aeropuerto.

Nuestra primera incursión fue hacia un negocio de delicias turcas en el que, por supuesto, había muestras gratis. Sin ningún tapujo probamos esos exóticos dulces hechas con ingredientes tan disímiles como pistacho, azafrán, avellanas, menta o mango. Luego, embuchamos algunas de esas eclécticas piezas gelatinosas que reciben el nombre de Lokum.

En nuestro paseo pudimos ver el simpatiquísimo espectáculo del heladero turco al que parece caérsele el helado al piso cada vez que te lo acerca a la mano. Finalmente, tras esquivar un par de segways en el camino, nos colamos en una de las tantas salas de espera vacías para acostarnos en los asientos y de dormir un poco más.

Sala de espera del Aeropuerto de Ataturk
El muchacho de abajo a la derecha nos marcó el camino

A la hora indicada y con el amanecer, abordamos nuestro segundo vuelo de más de 10 horas a través de lo ancho de Asia hacia el destino final. Si bien éramos jóvenes y estábamos entusiasmados, tantas horas de vuelo pueden hacer estragos en el aspecto físico y psíquico de cualquier persona.

Me refiero a que en ese último tramo, el entretenimiento a bordo no pareció tan entretenido, el cuerpo no quería dormir y los asientos parecían estar cada vez más pegados. Sin embargo, reconozco que el momento de la cena o desayuno (en nuestro estado era difícil discernir), se presentaba como una distracción muy bien recibida y un ansiado recreo ante la monotonía del vuelo.

Pero como no podía ser de otra manera, nuestra odisea aérea llegó a su fin. Después de haber despegado una calurosa noche de domingo y haber aterrizado una helada noche de martes, llegamos a Seúl.

Cartel de bienvenida
Bienvenidos a Korea... finalmente.

El aeropuerto de Incheon es realmente maravilloso, con un diseño modernísimo, señalización en coreano e inglés, vidrio y metal por doquier y una adecuada decoración.

Con lo que nos quedaba de lucidez, desciframos que teníamos que tomar un tren hacia la capital ya que el aeropuerto se encuentra ubicado en una isla. A tal fin, compramos la tarjeta de transporte público en un negocio 7-Eleven que se encontraba por allí (el primero que veía en mi vida).

Tras hacer un par de cuentas (por aquellos días 1 peso argentino equivalía a unos incómodos 70 wons surcoreanos) cargamos las tarjetas con lo necesario para nuestro traslado. Además, compramos un par de snacks y un candadito para la valija de mi novia cuya cerradura había sido forzada.

Aeropuerto de Incheon
En el aeropuerto de Incheon el futuro había llegado hace rato

Abrigados a más no poder, viajamos por una hora en aquel tren nocturno prestando atención a cada letrero colgado con sus indescifrables símbolos coreanos. Si bien las estaciones estaban transliteradas al alfabeto latino, desde nuestra perspectiva se parecían tanto entre sí que resultaban casi indistinguibles.

Al llegar a la terminal central de Seúl, hicimos combinación con la línea 1 del subte que luego de 3 estaciones con prácticamente el mismo nombre, nos dejó a un par de cuadras del misterioso Hotel Factory.

Quiero destacar el nivel de esfuerzo y concentración al que nos vimos forzados para que, luego de más de 30 horas de vuelo a través del planeta y un cambio absoluto en las condiciones climáticas, hayamos tenido la lucidez suficiente para acertar en cada estación y dirección de los medios de transportes que nos tomamos para llegar sanos y salvos.

Ya en la superficie, caminamos un par de cuadras bordeando el parque Tapgol minado con puestos de comida callejeros y dimos con la poco notoria entrada de nuestro alojamiento. Ni bien entrar, subimos unas empinadas escaleras y corroboramos que el lugar era tal cual las fotos: mucho cemento, puertas tipo bóvedas, escasa decoración y buen silencio.

Hotel Factory
El hotel y sus habitaciones tipo bóvedas... para que no entre el frío, vio?

Al acercarnos al mostrador, el joven que lo atendía ni siquiera atinó a entablar un diálogo con sus flamantes huéspedes. Solo fue necesario que me mostrara un cuaderno con mi apellido anotado y que yo asintiera con la cabeza para que raudamente nos acompañara a nuestra habitación. Sospecho que no tenía mucho manejo de inglés, o de castellano para el caso.

Al ingresar a nuestra diminuta habitación encontramos una amplia cama ocupando casi todo el espacio, tele con cable y un baño bastante bonito. En definitiva, tenía todo lo necesario como para pasar 3 noches allí.

De cualquier forma, lo mejor de todo era sin dudas la potente calefacción, bendita sea. Fue tal la sensación de confort generada por ese calorcito que pasé unos minutos incorporándolo antes de siquiera ubicar mi valija o darme un baño.

Ahora sí, habíamos llegado…

Habitación
Nuestro sucuchito totalmente calefaccionado

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Primera mañana en Seúl

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