Caminata y charlas alrededor del Lácar

Caminata y charlas alrededor del Lácar

17 octubre, 2020 6 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior La excusa perfecta

Ojalá pudiera amanecer todos los días de mi vida como amanecí al día siguiente, el sol entrando por la ventana, el silencio ensordecedor ocasionalmente interrumpido por el alegre cantar de los pájaros y la ausencia total de despertador y trabajo.

El plan del día era ir a San Martín de los Andes y para ello, Sole (una de las conocidas de mi amiga), aprovechando que tenía que ir para hacer un trámite, nos acercó con el auto. Como Sole es médica, venía de una guardia y nos pasó a buscar bien tempranito para subirnos de nuevo a la ruta 40 a través de la estepa patagónica.

Camino a San Martín
Camino a San Martín de los Andes

A sabiendas de lo temprano de nuestro traslado, decidimos saltearnos el desayuno en casa para deparar en un café llamado “Pan con Chocolate” en el que oportunamente me pedí dos piezas de pain au chocolat y un submarino para no desentonar.

El lugar, como tantos por la zona, tenía ladrillo a la vista, mucha madera y daba la sensación de ser el punto de encuentro ideal para esos amigos que buscan un recreo laboral para compartir un café.

Pain au chocolat y submarino
Para arrancar con energía el día...

Con el suficiente chocolate corriendo por nuestras venas caminamos un par de cuadras hacia la costa del hermoso lago Lácar. La vista era tan sublime que me debatía entre la perfección del paisaje y la exquisitez de su reflejo en el prístino lago.

Este maravilloso cuerpo de agua es el punto de partida (o llegada, según de dónde se venga) de la ruta de los 7 lagos, una travesía imperdible para todo mochilero que quiera conocer el sur argentino.

Tras la catarata de fotos que se quedaron cortas a la hora de capturar la belleza de tal escenario, emprendimos una caminata por un sendero angosto, boscoso y de a ratos bastante empinado que bordeaba el lago.

Lácar
El hermoso lago Lácar...
Lácar
...tan azul como el cielo

Luego de 1 hora y media de subir y bajar, con el insólito calor a cuestas, llegamos a una zona administrada por la comunidad mapuche Curruhuinca a la que abonamos la correspondiente entrada, que era más bien una contribución, y en donde el camino se bifurcaba.

Dada su mayor cercanía indicada por los carteles, tomamos el sendero de la izquierda hacia el mirador de las Bandurrias donde las panorámicas del lago Lácar parecían sacadas de un cuento de hadas. Tras el necesario momento de contemplación, nos sentamos al reparo de la sombra de un árbol y nos quedamos charlando un rato sumergidos en un escenario natural maravilloso que comenzaba a ser moneda corriente.

El momento se vio un tanto entorpecido por la presencia de una pareja brasileña que no tuvo mejor idea que ubicarse a un metro nuestro ¡Con todo el espacio que había! No solo eso, sino que el caballero, con su remera del Flamengo que sonaba a provocación por la final de la Copa Libertadores disputada al día siguiente contra River, me pidió una foto con su pareja.

Por supuesto que accedí con mi mejor cara; por otro lado, ya habíamos disfrutado bastante ese espacio y era mejor dejar lugar a los demás para que puedan presenciar tanta belleza natural.

Lago y yo
Marcando el camino
Lu y yo
Con la mejor compañía

Volvimos sobre nuestros pasos hacia la encrucijada y tomamos el camino que llevaba a la denominada Playa Bonita. En este caso el paseo nos demoró más de media hora a través de una zona con caminos más anchos, árboles con más sombra y habitada por vacas que solo detenían su pastar para comunicarse con sus amigas a través de su reverberante mugido.

Finalmente desembocamos en una pequeña playita rocosa bañada por las cristalinas aguas del lago en el que los árboles encontraban su última frontera. Tan cerca como para animarse a zambullirse, un terruño conocido como “La Islita” emergía solitario y encantador, agregándole más deleite a nuestros ojos. Nuevamente nos quedamos charlando largo y tendido con los pies remojados en aquella agua, fresca para los locales y un tanto fría para mí.

Bosque
Atravesando el bosque
La islita
La Islita

Cerca de las 4 de la tarde decidimos volver a la civilización regresando por los mismos senderos que nos llevaron hasta allí. Al llegar al puesto de la comunidad Curruhuinca observamos una ambulancia apostada que nos llamó un poco la atención y más adelante entendimos el porqué.

Mientras bajábamos por una sección empinada nos topamos con una señora recostada en una camilla con el cuello inmovilizado pero consciente. Al parecer el terreno le había jugado una mala pasada y su paseo quedó accidentalmente trunco mientras esperaba que personal médico acudiera a su traslado.

Aquí debo confesarles algo: como venía muy embalado en mi descenso y suelo tener un caminar bastante apresurado (comportamiento defensivo que debo haber adquirido en Buenos Aires) recién me di cuenta de la señora tumbada cuando la tuve a un metro de mí.

Queriendo continuar con mi paso y tratando de evitarla, pasé por al lado sin percatarme de que al hacerlo levanté algo de polvareda que le fue directo a la cara sin ella tener ninguna posibilidad de esquivarlo.

Claro que me di cuenta de mi mal accionar varios metros más adelante cuando la posibilidad de una honesta disculpa se había esfumado. Creo que a veces es difícil reaccionar correctamente cuando repentinamente uno se encuentra ante una situación inesperada, al menos para mí.

Aviso
La señora estaba avisada...

Luego de pasear un poco por San Martín de los Andes (y habiéndonos salteado el almuerzo) fuimos a merendar a una confitería bien pipí-cucú llamada Unser Traum en donde me deshice en una torta de brownie, ganache y mousse de chocolate acompañada por un impertinente pero refrescante jugo de naranja.

Minutos antes de regresar a Junín, dimos con una agencia de turismo en la que reservamos el plan del día siguiente: una visita al Parque Nacional Lanín. Con nuestro itinerario preparado, nos tomamos el democrático Castelli hacia nuestra casita.

San Martín de los Andes
De paseo por San Martín de los Andes
Merienda
Una meriendita a tono

En casa nos esperaba una necesaria y reconfortante ducha a la que se le sumó una posterior picada con la mencionada cerveza de trigo, quesos y la participación estelar de unos cubitos de ciervo ahumado en conserva. Inmejorable forma de cerrar el día…

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post De paseo por el Parque Nacional Lanín

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