Conexión natural en Etosha

Conexión natural en Etosha

16 enero, 2021 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Namibia, al fin

Ya subidos a la ruta namibia, atravesamos durante casi 4 horas parajes decorados con sierras en la lejanía y estepas de a ratos desoladas. Cada 2 o 3 km aparecía sobre la vera del camino un árbol acompañado por una mesa de piedra y un tacho de basura, listos para recibir a quien quisiera detenerse para comer algo.

Cerca del mediodía uno de esos “paradores” fue el elegido para recibirnos durante nuestro almuerzo. Aquí quiero detenerme unos momentos para describir la metodología inherente a cada comida rutera.

Camino a Etosha
Las sierras namibias acompañando el camino

En primer lugar, si bien no estábamos obligados, todas las tareas eran comunitarias. Mientras algunos acomodaban las sillas, disponían los condimentos en la mesa o colocaban los platos y cubiertos, otros lavaban la vajilla, servían las bebidas o limpiaban los vegetales.

Como el agua es un recurso escaso y en Namibia son conscientes de ello (a diferencia de Ciudad del Cabo), una latita llena con agua y un agujero en la base hacía las veces de canilla. Con las manos previamente enjabonadas, íbamos uno tras otro enjuagándonos con el escueto chorrito de agua vertido tratando de aprovechar cada gota.

Por otra parte, una palangana llena con agua y detergente funcionaba como bacha para lavar la vajilla. Solo cuando el último tenedor estuviera rechinando de limpio, el agua era desechada en la base del árbol para darle un alivio hidratante.

Parador namibia
Parador de lujo en la ruta
Almuerzo en la ruta
Todos colaborando para el almuerzo

Algo curioso que nos ocurrió en aquel primer almuerzo fue que en un momento comenzamos a ver unas pocas abejas merodeando nuestros platos. Un par de minutos después, un enjambre de abejas africanas se nos abalanzó súbitamente llevándonos a apurar cada mordisco de nuestros sándwiches.

Alertado por la situación y con su eterna blanca sonrisa el guía Jason nos dijo: “Ok, good stuff. We go now”. Al ser el agua un recurso limitado para todos, aquellas abejas, una de las especies más agresivas, vieron la oportunidad perfecta para abastecerse y no lo dudaron.

Tras ese encuentro cercano del tercer tipo con las abejas africanas asesinas nos colgamos de la camioneta y seguimos viaje hacia el Etosha National Park.

Etosha
¡Bienvenidos a Etosha!

Etosha es un parque nacional del norte del país con una vegetación bastante densa para la idea previa que uno tiene de Namibia en la que se imagina solo desierto. Ni bien ingresar divisamos cebras, springboks, jirafas, halcones, orix, wildebeest y los siempre simpáticos elefantes.

Me daba la sensación de que tanta variedad y tan pronto tenía serias intenciones de competirle al parque Kruger sudafricano. Y no me equivocaría…

Wildebeests
Wildebeests pastando
Springbok
El primer springbok
Halcón
Bonito pájaro

No obstante lo cual, uno de las principales atracciones del parque estaba en el campamento Okaukuejo donde pasamos la primera noche. A contramano de mis prejuicios, quiero reconocer que las instalaciones de aquel y todos los campamentos que visitamos en Namibia estaban impecables.

Imagínense que luego de un día a pleno safari, un relajante baño con agua caliente era imperioso y Namibia cumplió con creces. Fue así que, buscando aprovechar los últimos vestigios de luz, nos avocamos a armar las verduzcas carpas que nos albergarían de a pares.

Okaukuejo
El primer camping
Carpas namibia
Nuestras habitaciones listas

Con el sol cayendo sobre el horizonte de una manera casi artística, nos dirigimos hacía un espejo de agua ubicado a pocos metros de los límites del campamento. Separados apenas por una pequeña barricada de piedras y un precario alambre nos sentamos en unos banquitos dispuestos cual platea teatral a observar.

El encanto de aquel escenario radicaba en quedarse contemplando cómo los animales iban acercándose de a poco a beber agua. Digno del mejor exponente del equilibrio de un ecosistema, todas las especies compartían su lugar en el laguito.

Lago okaukuejo
A metros del lago
Lago okaukuejo
Todos compartiendo el agua

Mientras los elefantes estiraban sus trompas por acá, las jirafas se acomodaban espásticamente para alcanzar la superficie del agua por allá. Era como ver un documental de National Geographic en vivo y en directo. Faltaban los pochoclos nomás!

Las horas pasaron y nosotros seguíamos apostados en aquel banquito absortos ante el desfile animal que no cesaba. Ya de noche, unos convenientes reflectores apuntando al lago nos permitieron presenciar algunas especies con hábitos más nocturnos. Tal fue el caso del magnífico rinoceronte negro y algunos veloces chacales que iban de aquí para allá.

Como para agregarle más magia a la escena, en la distancia vislumbramos unos rampantes relámpagos anunciando una poderosa tormenta dispuesta a soltar todo su poder sobre la sabana africana. Aquella imagen me hizo sentir inmerso en un estado total de naturaleza, tan pequeño yo y tan magnífica ella.

Elefante perfil
Elefante de perfil
Jirafas bebiendo
Ellas siempre tan lindas

Durante la cena cortesía de Alfos, el chofer que hacía las veces de cocinero, nos reunimos en círculo a charlar todo el grupo y compartir algunas de nuestras costumbres. De paso, Jason nos describió detalles de su país mechando cada tres palabras sus característicos “Good stuff” y “Wonderful guys” con un acento africano tan hermoso que daban ganas de abrazarlo.

La mejor forma de cerrar aquella primera noche reunidos bajo los eternos cielos africanos fue proveída por Dona. Conocedora del idioma suajili, nos regaló un brindis en el que pronunció las palabras “Tupo pamoja” que traducido sería algo así como “Estamos juntos”.

Atardecer en Namibia
Hasta mañana gente
Logo

La impronta de este tour de 3 días por Etosha incluía visitar dos campings más, pero sobre todo disfrutar de la fauna y flora entre cada uno. Es decir, el safari tenía su fuerte en los segmentos que unían los puntos.

En nuestro recorrido hacia el campamento Halali nos topamos un importante grupo de elefantes chapoteando y jugando en un gran charco. Como en Kruger, los más pequeños acaparaban toda la atención con su andar a los saltitos o escondiéndose en las patas de su mamá.

Las interacciones entre estos grises paquidermos resultaban de lo más interesantes. Algunos, que seguramente eran familia, se reunían para entrelazar sus trompas mientras otros se esparcían tierra sobre el lomo.

Por otro lado, un pequeño tronco era empleado como rascador por un juvenil ante la atenta mirada de una cría que parecía imitarlo. Hasta el momento, los elefantes se venían robando el show de la sabana.

Familia elefante
La familia reunida
Elefante rascándose
Asì se rascan los elefantes

También nos cruzamos con un león macho que, como no podía ser de otra manera estaba despaturrado dormitando a la sombra de un arbusto. Un poco más allá, me resultaba gracioso observar el pelaje de las jirafas cuyo objetivo era seguramente el camuflaje pero que poco podían hacer antes su notoria gigantez.

Las cebras, con sus barrigas repletas de gas según nos contó Jason, no parecían advertir nuestra presencia durante su pastoreo matutino ya que permanecían inmóviles ante nuestras fotografías.

León pachorra
Pachorra
Jirafa camuflada
Un camuflaje infalible...
Cebras namibias
Hermosa postal albinegra

El arribo a Halali sirvió meramente para almorzar algo en las instalaciones del camping, estirar las piernas y escaparle por unos instantes a los recalcitrantes rayos solares. Así como en Okaukuejo, nos apostamos frente a un espejo de agua a ver qué pasaba por allí. Pero en este caso, quizás por el extremo calor del mediodía, la fauna brilló por su ausencia.

Sin mucho más por hacer allí, retomamos el modo safari para recorrer la distancia que nos separaba del camping Namutoni. Y aquel trayecto tendría un par de ases bajo la manga…

Halali
Segundo camping
Lago Halali
El lago despoblado de Halali

Entre el sinfín de impalas merodeando la zona, pudimos ver a un par que estaban enfrentados mirándose punzantemente de frente. Sin mediar palabra (como si pudieran hacerlo) los dos avanzaron impetuosamente entre sí para chocar sus cornamentas.

El tronido emanado por el impacto de aquellos tiernos animalitos me dio a entender que eran mucho más rudos de lo que aparentaban. No sé si se habrán golpeado 5 o 6 veces pero tenían toda la pinta de que iban a seguir un rato más y nosotros debíamos continuar.

Impalas luchando
Enfrentamiento entre los amenazantes impalas. Los patos atrás hacen sus apuestas

A poco de llegar al camping, el ojo entrenado de Jason se percató de un animal que hasta entonces nos había sido esquivo. Bien lejos del camino y solo perceptible con la ayuda de unos binoculares tuvimos el privilegio de atestiguar la fantástica figura de una chita.

Bastante desapercibida entre los pastizales, decidió caminar unos metros a tranco lento para luego sentarse al lado de un arbusto. Según nos contó Jasón, parecía estar cansada probablemente por una reciente ingesta de carne de presa. Sea como sea, tuve el privilegio de ser testigo directo de aquel increíble felino en su hábitat natural. Tachame la doble…

Chita
Pude ver una chita en la sabana africana. Soy feliz.

Tras pasar la última noche del tour en Namutoni, la cual no estuvo exenta de unas leves precipitaciones, era momento de regresar a Windhoek. Pero hete aquí que Etosha tenía una sorpresa final para nosotros.

Apenas retirados del perímetro del campamento avistamos un par de jirafas macho caminado en círculos muy cerca una de la otra. De repente, empezaron a lanzarse cabezazos en una batalla sin cuartel con el cortejo de dos hembras que miraban a la distancia como premio.

La mecánica para mover semejante cuello les requería un gasto de energía importantísimo por lo que cada ataque debía ser efectivo. Uno de los contrincantes era un juvenil de menor tamaño y estiraba el cuello levantando la frente para parecer más grande y mostrarse más amenazante.

Jason nos contó que era la primera vez que veía tal ritual por lo que nos quedamos casi 20 minutos admirando aquel espectáculo. Las malas lenguas dicen que por lo bajo se corrían apuestas por uno u otro bando, pero aún no ha sido corroborado…

Hubiese sido fascinante seguir mirando tal escena, de la misma manera que lo hacían el par de hembras esde lejos, pero la lucha no mostraba signos de tener un pronto acabar. Fue así que retomamos el mismo camino de la ida, rodeado de arbustos y enormes nidos de termitas, para regresar a la capital namibia.

Nido de termitas
Ese nido de termitas sí se puede ver

Afortunadamente el Windhoek Gardens Guest House nos recibió nuevamente, solo que esta vez la cena estuvo acompañada por nuevas amistades y largas charlas sobre nuestros disímiles entornos y culturas.

Cuán cierto es eso de que viajar te abre la cabeza, pero sobre todo, te nutre de realidades ajenas que permiten entender y conocer por qué el otro es como es. Así como así, Namibia se estaba haciendo un lugar importante en mi corazón.

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Amanecer en Dune 45

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