Las maravillas del Valle Sagrado

Las maravillas del Valle Sagrado

18 febrero, 2020 0 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Postales desde “el ombligo del mundo”

Para la siguiente etapa de nuestra aventura incaica nos vimos obligados a abandonar en el hotel el grueso de nuestro equipaje y abastecer nuestras mochilas con lo necesario para pasar una noche fuera de “casa”. Temprano como siempre y con un desayuno continental adentro, partimos en busca del valle sagrado y sus maravillas.

Una primera detención en Awana Kancha nos permitió visitar una granja de llamas y alpacas acostumbradas a las caricias del turista, siempre y cuando hubiera una contraprestación de comida. Eso sí, había que tener un poco de cuidado ante el súbito mordisco de los camélidos en busca de su alimento.

Bastaba con vernos pasar por su lado para que estiraran su largo cogote y metieran bocado sin permiso. Pero no todos los animalitos comían lo que ofrecíamos, una alpaquita de 2 semanas prefería amamantarse de su madre mientras se refugiaba tras su lana.

Llamas y alpacas
Despacio que hay para todas
Alpaquita
Está para ponerla en la mesita de luz
Llama amiga
Caripelas x 200

Aquel establecimiento también poseía una demostración de las innumerables tinturas naturales usadas para dar color a tanta lana acompañada por el telar que les daba forma de ponchos, sweaters y gorros. Un poco más adelante, varios cuencos sostenían un sinfín de variedades de papas andinas (las cuales pueden ascender a más de 3.000, según el autor que se cite).

Adentrándonos cada vez más en la geografía y la cultura andina, pasamos por el famoso mercado de Pisac repleto de productos autóctonos, joyería y prendas. Recorriendo sus pasajes nos topamos con un lugareño que nos convidó unas “empanadas” recién salidas de su horno de barro, gesto que le correspondimos con algunos soles peruanos. De paso, aproveché la oportunidad para comprarles algunos regalos a mis amigos en casa.

Tinturas
Los colores que regala la naturaleza
Telar
Telar de los de antes
Papas
Papas para todos los gustos
Logo

Como los tiempos eran ajustados, tuvimos que regresar al bus y partir en dirección al restaurant Tunupa que nos esperaba, reserva mediante, para almorzar. Bordeando el río Urubamba, llegamos a aquella finca que funcionaba como restaurant para encontrarnos únicamente con el personal y todas las mesas a nuestra disposición.

Aquel lugar era realmente un sueño: arquitectura colonial con techo tejado, un jardín trasero repleto de flores con salida al río, una simpática alpaca custodiando las inmediaciones y un marco de naturaleza que realzaba cada detalle.

El servicio y la comida eran de no creer. Para que se den una idea, el ceviche me lo prepararon frente a mí con los ingredientes que yo iba eligiendo y lo sirvieron con un pisco sour de cortesía.

Como si eso fuera poco, el servicio de buffet ofrecía una opción más tentadora que la otra, pero yo, que soy muy dulcero, me focalicé en los postres: torta tres leches, mazamorra morada, mousse de kiwi, torta de guanábana con chocolate, arroz con leche y muchas otras que no recuerdo.

Como broche de oro, el almuerzo estuvo acompañado por un señor interpretando música andina equipado con quenas, sikus y hasta una zampoña gigante. Todo ello hizo de aquella experiencia culinaria una de las mejores de mi vida.

Restaurant
El mejor almuerzo del viaje
Musica andina
Zampoñas y quenas sonando...
Ceviche y pisco sour
Ceviche y Pisco Sour en el restaurant Tunupa

Con el ánimo tan arriba como el ascenso nocturno del río Urubamba para transformarse en vía láctea (según rezan las míticas creencias de la zona), retomamos la ruta para llegar a otro testimonio arqueológico que superó mis expectativas: Ollantaytambo.

Aquellos vestigios de una antigua civilización me cautivaron. Las amplias terrazas agrícolas sobre la montaña, los muros con rastros de divinidades casi extintas, la chacana presente si uno sabe mirar, los depósitos de almacenamiento empotrados en la ladera opuesta, el suministro de agua producto de una ingeniería sin precedentes y el pueblito ubicado en el valle me dejaron sin aliento.

Ahora bien, dado lo empinado de la cuestión, resultaba muy pertinente disfrutar cada escalón ya que una vez abajo, volver a subir no era un opción viable.

Escalones
Arrancamos el ascenso...
Terrazas de Ollantaytambo
Las terrazas de Ollantaytambo
Depósitos de almacenamiento
Antiguos depósitos de almacenamiento en la ladera de enfrente

Conforme avanzaba el viaje, las experiencias escalaban en magnitud y la expectativa por llegar a la frutilla del postre se agigantaba. Para el tour del día siguiente tuvimos que hacer noche en el pueblo de Valle Sagrado, casualmente en un hotel homónimo al de Cuzco.

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Un final impecable

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