Pongamos que hablo de Madrid

Pongamos que hablo de Madrid

22 mayo, 2020 6 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Calurosa recepción madrileña

Con el sol mañanero y dominguero marcándonos el camino, partimos en dirección oeste donde nos cruzamos con el popular mercado del Rastro. El lugar estaba invadido por todo tipo de artículos de segunda mano: ropa, muebles, baratijas y antigüedades (carricoches de miga de pan y soldaditos de lata incluidos).

Si bien no me pareció nada del otro mundo, comprendo que el atractivo del Rastro radica en su historia y lo impregnado que se encuentra en la cultura madrileña.

Como las compras no formaban parte del itinerario, continuamos camino pasando de lado por el famoso Viaducto de Segovia, cuya tétrica popularidad lo colocó en una película de Almodóvar. Les dejo como tarea para la casa que busquen el otro nombre por el cual es conocido.

Viaducto de Segovia
El viaducto de Segovia también conocido como...

Finalmente llegamos la fastuosa catedral de la Almudena cuya blanca y hermosa fachada hizo lo posible para convencernos y conocerla por dentro pero sin éxito. Para no ser menos, su vecino Palacio Real creyó poder triunfar en donde la Virgen de la Almudena falló, pero al parecer el día se anunciaba demasiado lindo como para pasarlo bajo techo.

Caminamos por la calle de Bailén admirando la palaciega edificación que oficia como residencia real solo en los papeles (al parecer los reyes se lavan los dientes y se van a dormir en otro palacio), sin saber que tenía un par de comodines guardados.

Catedral de la Almudena
La catedral de la Almudena de frente...
Catedral de la Almudena
... y de costado
Palacio Real de Madrid
El imponente Palacio Real de Madrid

El primero de ellos, ubicados sobre el ala norte, eran los jardines de Sabatini que alardeaban sus hermosos trabajos de jardinería, sus arbustos sucedidos cual laberinto y su manso estanque custodiados por níveas esculturas.

Bajando unas escaleras de piedra nos tomamos unos minutos para recorrerlo casi en su totalidad, después de todo no eran tan grande. Por otro lado, desde allí teníamos una linda vista, con menos turistas, del palacio real.

Jardines de Sabatini
Los laberínticos Jardines de Sabatini invitan a perderse
Jardines de Sabatini
¿Dónde está Manu?
Estanque en los Jardines de Sabatini
El Palacio Real se refleja en un estanque de los jardines

Algo más distendidos por aquellos jardines, retomamos la senda turística por la Cuesta de San Vicente en dirección a la autopista M-30 (donde derrapaba el caballo de la desilusión, si mi memoria no me falla). No obstante, mientras bordeábamos unas larguísimas rejas de hierro a nuestra izquierda nos dimos cuenta que de que tanto metal nos separaba del segundo comodín: los Jardines del campo del Moro.

Caminamos y caminamos hasta encontrar la única entrada del lugar, pero bien que valió la pena. Luego de cruzar la sencilla puerta de hierro y bajar unos escalones, una vasta explanada con franjas de césped cortado al ras, decorados con flores al frente, caminos a los costados, una fuente circular con más retoques florales y la retaguardia del magnífico palacio real apareció ante nosotros.

Campos del Moro
Explanada de ensueño
Fuente del Campo del Moro
La fuente central de los jardines, una obra de arte

Qué hermoso lugar por favor!!! Al bajar no podíamos creer que tal escenario pudiera habérsenos pasado por alto de no ser por nuestra curiosidad. Como si la perfección de aquellos jardines no fuera suficiente, unos pavos reales comenzaron a merodear por la zona. ASÍ COMO LO LEEN… unos pavos reales que iban y venían a piacere.

Si bien aquella fue la parte que más me impactó, los jardines abarcaban toda la extensión oeste del palacio otorgándole una superficie ideal para quien gusta de salir a caminar un par de horitas en la más absoluta tranquilidad.

Amén de que la mañana de cielo diáfano se prestaba para ello, no alcanzamos a recorrer ni un cuarto de tamaños vergeles. En un punto nos vimos forzados a acotar nuestra visita en pos de seguir recorriendo el resto de la ciudad en nuestro primer día completo en Madrid.

Paseo por el campo del Moro
Para salr a correr cada mañana
Pavos reales en el jardín
Pavos reales en el patio de casa
Pavo Real
Este pavo es literalmente Real. Y qué lindos son...
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Dicho lo cual, pegamos media vuelta y regresamos sobre nuestros pasos hacia el Teatro Real y luego por el Monasterio de las Descalzas Reales (donde vivió y murió la emperatriz María de Austria). Un par de unas cuadras más al sureste, llegamos finalmente a la Puerta del Sol, punto obligado de cualquier visita madrileña.

Teatro Real de Madrid
Teatro Real de Madrid

Además de ser el sitio de reunión de locales y extranjeros, la plaza representa el Km 0 para todas las carreteras del país, alberga la icónica estatua del Oso y el Madrueño, una réplica de estatua de La Mariblanca y cuenta con la histórica Casa de Correros sobre uno de sus márgenes.

Más allá del profundo contenido histórico y cultural en el que la Puerta del Sol se halla embebida, nuestro objetivo oculto era visitar uno de los negocios más conocidos de por allí: La Mallorquina. Esta centenaria cafetería/pastelería ofrecía en su planta baja todo tipo de variantes dulces (quizás había saladas también, pero como ya les he contado en otra oportunidad, mis ojos van hacia lo dulce).

La Mallorquina
Un clásico madrileño
Delicias de La Mallorquina
Mi perdición...

Las ficticias manecillas de mi reloj digital me decían que el mediodía se cernía sobre nosotros y con ellos la imperiosa necesidad de un almuerzo. Luego de subir al primer piso, tomamos asiento en una mesita mientras veíamos a un par de camareros trabajar a destajo. Mis ganas de unos tradicionales churros con chocolate se vieron abatidas por los agobiantes 30 y pico de grados que pegaban de lleno. Quizás en otra oportunidad me pueda dar el gusto.

Como nuestra mesa aun contenía restos del cliente anterior, uno de los mozos se acercó y, con el apuro de quien tiene mucho trabajo por delante, se cargó todos los platos, vasos y cubiertos en sus brazos de un tirón con un equilibrio magistral. Ante nuestra sorprendida mirada nos dijo: “Vamos tío que Messi no es el único que hace maravillas por aquí” y partió hacia la cocina no sin antes dejarnos un par de menús.

Dado que me habían dicho que no podía irme de Madrid sin probar su jamón, me decanté por unas medias noches de jamón serrano y tomate. Al retornar, el hábil mozo nos tomó el pedido y ante su consulta sobre la bebida, miré a mi novia para que eligiera algo para compartir.

Miren si era confianzudo aquel camarero que con desparpajo lanzó: “Bueno chaval, que ahora ya sabemos quién lleva los pantalones en la pareja”. Que quieren que les diga, no pudimos evitar la risa, sea por el comentario en sí o por la naturalidad con la que los españoles parecen soltar este tipo de acotaciones. De cualquier modo, los españoles cada día me caían mejor.

Medias noches en La Mallorquina
Estas medias noches en La Mallorquina fueron todo el jamón que comí en Madrid
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Probadas las delicias de La Mallorquina, continuamos en modo turista hacia una seguidilla de fuentes famosas. En primer lugar visitamos por la fuente de Neptuno donde la parcialidad colchonera se reúne a festejar cada triunfo, luego continuamos por el Paseo del Prado hasta toparnos con la fuente de Apolo, circundada por las cuatro estaciones; un poco más adelante dimos con la más desapercibida fuente del Niño para finalizar con la fuente de Cibeles donde, en este caso, tras cada victoria resonante se congrega a celebrar la mitad merengue.

Desafortunadamente solo pudimos ver de lejos a la diosa de pie en su carruaje tirado por el par leonino ya que el espejo de agua circular se hallaba inmerso en una transitada rotonda que nos resultó imposible de sortear. Ahora que lo pienso, el mismo escenario nos encontramos para la fuente del aleti. Quizás con un poco más de empeño hubiéramos hallado el paso cebra conector a tan icónicas piezas.

Fuente de Neptuno
Fuente de Neptuno. Epicentro de los festejos colchoneros
Fuente de Apolo
Fuente de Apolo
Fuente de Cibeles
Fuente de Cibeles. Punto de reunión para la algarabía merengue

Algo más asequible sobre la acera se hallaba emplazado el hermoso palacio de Cibeles (otrora palacio de Comunicaciones), decorado con la bandera multicolor en honor al día del orgullo gay. Honestamente, visitar este palacio no estaba en nuestros planes, pero era tal el calor pasado el mediodía que el fresco emanado de su interior nos invitó a pasar.

Palacio de Cibeles
El orgullos Palacio de Cibeles
Techo de Cibeles
Techo con vitreaux

Una vez dentro descubrimos que la agradable temperatura no era lo único que este edificio tenía para ofrecernos. Aparte de una preciosa arquitectura con molduras bien decoradas y un techo vidriado salpicado con algunos vitrales, pudimos disfrutar de una muestra temporal de pinturas. La exposición constaba de grabados y fotografías que llevaban a reflexionar sobre tópicos como el feminismo, el maltrato animal y nuestra dependencia de las redes sociales.

Feminismo
Empoderamiento de la mujer
Maltrato animal
Libre vida animal
Redes sociales
Somos un experimento

Habremos estado fácil una hora deteniéndonos ante cada marco sin siquiera sospechar que hubiéramos podido hallar allí tan interesante exposición. Luego de recorrer aquellas galerías, regresamos a la planta baja donde una cafetería estratégicamente ubicada frente a unos sillones con mesitas nos atrajo cual abejas al néctar.

Quienes son de caminar mucho durante los viajes saben que el calor puede multiplicar por 10 el cansancio, y mi caso no fue la excepción, tal fue así que recostado en aquellos sillones mis ojos se cerraron por un segundo que duró algo así como 30 minutos.

Renovado por la siestita reparadora, regresamos a casa para repostar no sin antes percibir un par de cuadras a lo lejos sobre nuestra izquierda la célebre puerta de Alcalá. Mirando atrás en el tiempo, reconozco que hubiese sido bueno tomarnos la molestia de hacer esas pocas cuadras para visitarla, pero el hecho es que no lo hicimos y me quedé con las ganas de conocer, aunque no dé a la gloria, la puerta de Alcalá.

Sillones
Cómo la quedé en esos sillones...
Calle de Madrid
De regreso a casa

De camino al departamento para prepararnos para la salida vespertina atravesamos el Barrio de las Letras. Casi sin querer nos cruzamos con una modesta casa coronada con una placa que rezaba: “Aquí vivió y murió Miguel de Cervantes Saavedra cuyo ingenio admira el mundo”. Me imagino que esa casa, cuadra y hasta manzana deben ser patrimonio de la humanidad, sino lo es el barrio entero ya.

Casa de Cervantes
Asi como quien no quiere la cosa, allí vivió un genio

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Visita al Museo del Prado

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