El desierto del Namib

El desierto del Namib

13 febrero, 2021 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Amanecer en Dune 45

¿Me creerían si les digo que el amanecer en Dune 45 no fue el plato fuerte del día? Una vez concluido el desayuno, era imperante aprovechar las bajas temperaturas de la mañana para adentrarnos aún más en el antiguo desierto del Namib.

Fue así que volvimos al camión, nos embadurnamos con protector solar y partimos hacia Sossusvlei para una caminata de un par de horas por el desierto.

Camino a Deadvlei
Partiendo hacia los confines del desierto

Luego de una introducción sobre la historia, geología, fauna y flora del lugar en que nos encontrábamos, Jason marcó el camino hacia la nada misma. Con las montañas escarlata apostadas en el horizonte, marchamos a través del resquebrajado y marchito suelo reseco.

Más allá del progresivo aumento de la temperatura, era imprescindible tratar de cubrirse lo mejor posible de los fulgurosos rayos del sol.

Desierto
¿Cuándo llegamos a Marte?
Desierto seco
Más seco no se consigue

Cada pisada en esos parajes se sentía más surreal que una pintura de Dalí. Nunca se me hubiera ocurrido encontrar tanta belleza en un montón de nada.

En un punto del recorrido, llegamos al filo del borde de una duna cuyo descenso requería algo de pericia a fin de no tropezar.

Sophie, la austríaca, esperó a que todos descendiéramos para bajar corriendo en picada toda la explanada y recibir los aplausos del grupo básicamente por no habérsela dado en la pera y terminar rodando por la ladera.

Duna
¿Arte o pasiaje?
Ninja
El ninja Manu
Bajando la duna
Todos atentos mirando el descenso de Sophie

Con el sol cada vez más cerca del cénit, arribamos a las puertas de Deadvlei, el lugar que disparó mi interés por viajar a Namibia. Antes de proceder, Jason nos dijo que el lugar tenía dos accesos: uno por un camino totalmente horizontal y otro asequible mediante el ascenso de una duna llamada Big Daddy.

Entusiasmado por desafiar mi propia resistencia, junto a Sophie nos abocamos a remontar la empinada superficie de la Big Daddy. El resto del grupo, quizás algo cansado de tanto caminar optó por el camino a ras del suelo.

Tratando de poner cada pie en la línea que marca la cresta de la duna y determina qué lado es el izquierdo y cual el derecho, subí con entereza el montón de arena. Una vez en la cima tuve ante mis ojos un espectáculo tan increíble que trajo consigo un par de lágrimas de emoción.

Big Daddy
El hombre contra sus posibilidades
Big Daddy
Desandando la Big Daddy

Deadvlei es una hondonada que hace miles de años estuvo ocupada por un lago. Con el correr del tiempo y del clima, el río que nutría aquel lago se secó y dejó tras de sí un bosque de acacias de la especie Vachellia erioloba.

Sin el suministro de agua correspondiente, esos árboles se fueron secando y hasta el día de hoy permanecen en pie montando una suerte de cementerio de acacias centenarias.

Tras grabar en mi retina la vista panorámica de aquel maravilloso escenario, e inspirándome en lo realizado por Sophie minutos atrás, decidí bajar corriendo a toda velocidad la empinada pendiente.

A poco de llegar al final, la velocidad adquirida fue tal que tuve que tener extremo cuidado en evitar que cada pie hundido en la arena fuera el responsable de un flor de porrazo. No voy a mentirles, estuve a nada de bajar rodando, pero zafé y llegué a puro trote como un campeón.

Deadvlei
Primera vista de Deadvlei
Corriendo la duna
A máxima velocidad por la duna

Una vez abajo, me reencontré con mi novia y nos dedicamos a admirar aquellos árboles que permanecieron firmes por incontables días y noches. Si bien el calor rayaba lo insoportable, era tal la emoción por estar allí que no nos frenó ni un segundo en nuestro paseo a lo largo y ancho de Deadvlei.

Así como cuando conocí Machu Picchu, una sensación de completitud se apoderó de mí haciéndome saber que el objetivo estaba cumplido. Cuando no quedó centímetro por recorrer, emprendimos nuestro retiro un poco a regañadientes ya que sabíamos que probablemente nunca más volveríamos a pisar aquel fantástico lugar.

Deadvlei
Deadvlei, un objetivo de vida cumplido
Acacia
Acacias centenarias...
Acacia
...eternamente de pie
Calor en Deadvlei
La calooooooooorrrrrrr

Afortunadamente, a unos 500 metros de Deadvlei había un pequeño y rústico parador por donde unas camionetas levantaban a los viajeros para acercarlos hacia Sossusvlei. Una vez allí, Alfos nos estaría esperando con el camión para regresarnos a nuestro campamento en Sesriem.

Era tanto lo que habíamos hecho aquel día y recién ahora estábamos almorzando. Con buen tino, Jason nos dejó un par de horas de la tarde libres para bañarnos, descansar y, sobre todo, para evitar las peores horas de sol.

Dado que tenía arena hasta donde se les ocurra, tomé mis cosas y fui a pegarme una ducha en los límpidos baños del camping. Totalmente renovado, salí del baño y luego de dos pasos me pegué un tremendo susto al ver un orix parado a 3 metros mirándome fijamente.

El orix me miró… Yo miré al orix… Y eso bastó para entendernos. Lentamente y respetando su espacio, pasé por al lado comprendiendo que ese era su hogar y que yo era más bien un huésped. Desde la carpa, mi novia y la galesa Lyn presenciaron la situación entre expectantes y entretenidas por ver mi reacción y el desenlace. Siempre es un honor ser el divertimento de mi grupo…

Orix
Mi amigo el orix
Orix
Cerquita de las carpas

Con un sol emprendiendo la retirada y dejando tras de sí un ambiente más amigable, nos reunimos para partir hacia la última atracción del día. Unos pocos kilómetros al sur arribamos a un tramo del Fish River Canyon, el cañón más largo de África.

Alguna vez atravesado por el río Fish, años de erosión han dejado este imponente surco en la tierra de proporciones bíblicas. Dado que en la actualidad el río ha mermado notoriamente su caudal, es posible descender y recorrer los vericuetos de esta tremenda formación geológica.

Custodiados por las altas paredes de roca en donde se visibilizaban las diferentes marcas erosivas correspondientes a distintas épocas, caminamos a través de las entrañas del cañón. De a momentos las paredes parecían recostarse sobre sí mismas dando lugar a una suerte de cuevas pasajeras.

Fish River Canyon
Fish River Canyon desde arriba
Fish River Canyon
Sombras en la ladera
Fish River Canyon
Desde adentro del cañón

Tras recorrer lo suficiente como para estar satisfechos, regresamos a la superficie para deleitarnos con un atardecer digno de la película El Rey León.

Luego de aquel día repleto de paisajes y emociones, la mañana siguiente no dio para más que desayunar temprano y partir de regreso a Windhoek. Por supuesto que volvimos a hospedarnos en el cómodo Windhoek Gardens Guest House, el cual empleamos para descansar y armar las valijas para el día siguiente.

Atardecer en Namibia
Un atardecer tan perfecto como este viaje
Logo

Sin embargo, nos resultaba algo contradictorio haber pasado 3 veces por la capital namibia y no haber podido salir del hotel para conocerla. Por ello, y aprovechando que nuestro vuelo partía a las 2 de la tarde, el último día nos inscribimos en un walking tour mañanero por Windhoek. Eso sí que es exprimir cada segundo…

Quizás por ser un jueves a las 9 de la mañana, mi novia y yo fuimos los únicos anotados en aquel tour el cual nos dio un buen pantallazo de la ciudad. Con reminiscencias de su etapa colonial a manos de los alemanes, visitamos la pintoresca y neorrománica Christuskirche ubicada sobre la calle Fidel Castro. Sí, Fidel Castro se llamaba la calle…

Christurskirche
La alemana Christurskirche
Christurskirche
Infaltable el órgano interno

A pocos pasos de allí sobre una elevación del terreno dimos con el Tintepalast, edificio donde sesiona el parlamento con vistas hacia unos jardines algo desmejorados. Entre los jardines y las escaleras del recinto, una estatua de Hosea Kutako sentado con su bastón vigila a los parlamentarios.

Kutako fue miembro fundador del primer partido político de Namibia y es considerado un prócer por sus esfuerzos por la independencia y la unión de las múltiples tribus del país. De hecho el aeropuerto principal del país lleva su nombre.

Entre las calles que atravesaban el centro de Windhoek, pudimos observar algunas canchas de criquet que pertenecían a escuelas internacionales para alumnos con padres de alto poder adquisitivo. Cabe destacar que, luego de ser una colonia alemana, los hilos del país fueron manejados por Sudáfrica y recién en 1990 lograron su independencia.

Traigo este dato a colación ya que tantos años de colonialismo son capaces de calar fuerte en la cultura de cualquier país. De hecho las canchas de criquet mencionadas no son más que la herencia aportada por los británicos en Sudáfrica que de la misma manera trasladaron a Namibia.

Parlamento namibio
Tintepalast, el parlamento de Namibia
Jardines del Tintepalast
Los jardines de enfrente
Cancha de cricket
Cancha de cricket de un colegio privado

Uno de los datos más curiosos de nuestra excursión llegó de la mano del Museo de la Independencia. Su peculiar arquitectura hizo que comúnmente se la conozca como “La cafetera” y su construcción fue posible gracias a los aportes de nada más y nada menos que… Corea del Norte.

Ustedes dirán: “¿Qué tiene que ver Corea del Norte con Namibia?”. Yo pensé lo mismo y el guía me contó que Namibia contaba con yacimientos de uranio, elemento esencial para el desarrollo atómico del amigo Kim Jong-un. Favor con favor se paga, no?

Sin embargo, últimamente la comunidad internacional había estado presionando al gobierno namibio para cortar relaciones con el gobierno norcoreano por las cuestiones de geopolítica que todos conocemos. Aquí surge nuevamente el asunto de la independencia, en este caso económica, la cual es una de la más difíciles de alcanzar para una nación tan joven como Namibia.

Cafetera
Museo de la Independencia
Cafetera
También conocida como "La Cafetera"

Realmente fue un acierto haber realizado aquel walking tour porque nos brindó cantidad de información impensada para nosotros. Qué bien se siente conocer otras realidades y nutrirse de su historia y sus costumbres, no me canso de decirlo.

Países atípicos si los hay, Namibia superó ampliamente todas mis expectativas. Desde el fascinante equilibrio ecológico de la fauna compartiendo un espejo de agua para beber hasta los vibrantes colores del desierto, es un lugar maravilloso por donde se lo mire.

Más de una vez, mientras viajábamos por la ruta, pensaba: “Si alguien me decía hace 10 años que iba estar paseando por el desierto de Namibia le hubiera dicho que estaba loco”.

Pero como nos dijo Bora en Costa Rica, nunca se sabe lo que hay a la vuelta de la esquina. Y en esta oportunidad, el destino me dio la posibilidad de conocer un poco de todo lo que Namibia tiene para ofrecer.

Espero que al leer esto alguno se entusiasme por viajar a este hermoso país hogar de paisajes que parecen traídos de otro planeta y que esperan, como las acacias, a ser descubiertos.

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Sudáfrica a flor de piel

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