El paraíso en la Tierra

El paraíso en la Tierra

5 diciembre, 2020 2 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior Unas Filipinas más playeras

Sin haber podido desear un día más soleado, nos levantamos llenos de energía y expectativa para apostarnos a la hora señalada frente a las puertas de la empresa responsable de nuestro tour del día.

Si bien existen algunas variantes, los tours de Island Hopping organizados por las empresas locales están bastante estandarizados y se dividen en 4 recorridos: El A, B, C y D. Aparentemente, el A asomaba como el más atractivo y con él decidimos arrancar nuestra picada insular cual colibrí que se nutre de flor en flor.

Una vez completo el grupo, nos subieron a un barco de madera a motor equipado con una lona en forma de techo y dos extensiones de madera a sus costados. Su finalidad, supongo, era la de evitar un sorpresivo vuelco.

Superadas las presentaciones de rigor, zarpamos a toda velocidad a través del mar turquesa salpicado por los ubicuos farallones de bordes cortantes que forman parte de la bahía de Bacuit.

Barco island hopping
¡Zarpando hacia lo desconocido!

Luego de bordear una pequeña península, llegamos a nuestra primera parada: la 7 Commando Beach. Ya desde lejos pintaba ser una de esas playas de ensueño que solo se ven en las películas. Ni bien pusimos un pie en su fina arena, confirmamos nuestras sospechas.

Durante casi 40 minutos pudimos pasear y sacar fotos de aquella increíble costa de mar cristalino y blanca arena contenida por el reparador abrazo de dos prominentes peñascos.

Sin embargo, dado que la modalidad del tour era ir de aquí para allá, tuvimos que regresar al bote para retomar la excursión. Mentiría si les dijera que no me quedé con ganas de saborear algo más de aquella playa. Pero tenía la certeza de que lo mejor estaba por venir…

7 Commando Beach
Primera posta en 7 Commando Beach
7 Commando Beach
Tan hermoso que duele

Todos a bordo partimos en dirección a la isla Miniloc que nos aguardaba con uno de los paisajes más hermosos que había visto: la Big Lagoon. Conforme nos aproximábamos al terruño, el caudal de turistas iba in crescendo, dándonos la pauta de ser una de las atracciones más cotizadas por la zona.

Anclados en las cercanías del estrecho de aguas someras que funcionaba como puerta de ingreso, descendimos del bote. Caminando por el agua transparente que nos llegaba a la cintura buscamos alquilar un kayak que nos permitiera una exploración más profunda del lugar.

Siendo que la demanda era muy alta, tuvimos que esperar cerca de media hora para conseguir nuestro kayak. No obstante, aprovechamos ese tiempo tomando fotos y flotando a la deriva por aquel canal superficial flanqueado por unas altísimas paredes de piedra eternamente erosionadas.

Big lagoon
Habilitame un kayak
Big lagoon
El agua más transparente de mi vida

Finalmente nos hicimos de un botecito con un par de remos y comenzamos a avanzar a través del estrecho hacia el misterioso paisaje yaciente en su interior que devolvía centeneras de turistas con una ancha sonrisa en sus caras.

Una vez superado el hall de entrada acuático, quedamos estupefactos ante la belleza natural que se cernía ante nosotros. Oculta en el interior de la isla, una inmensa laguna de agua prístina rodeada de paredes rocosas moteadas con vegetación y absoluta paz nos llevaron a pellizcarnos para corroborar que eso no era un sueño.

Navegar por aquel paraíso escondido era una experiencia incomparable, tan hermosa como para abrir bien los ojos y el corazón ante la magnificencia de la naturaleza en todo su esplendor.

La laguna era gigante y recorrimos cuanto pudimos hasta darnos cuenta de que allá afuera el mundo seguía girando y podía haber gente esperando nuestro regreso. Con la imagen grabada a fuego en nuestras córneas, regresamos a la zona de aguas superfluas donde nos quedamos unos minutos esperando al resto del contingente.

Big lagoon
La quietud de la Big Lagoon
Big lagoon
Los colores más hermosos
Big lagoon
Cuando la paz se apodera de uno
Big lagoon
Quiero vivir acá...

Durante la espera, veíamos con curiosidad cómo unos vendedores ambulantes, únicos tripulantes y capitanes de su kayak, iban de barco en barco vendiendo latitas de cerveza a los sedientos turistas.

En un momento, a unos pocos metros, una turista (rusa si la memoria no me falla) comenzó a saltar gritando ante la atónita mirada de su pareja quien no parecía comprender el motivo de su espanto. Conforme la señorita huía aterrorizada del lugar, señalaba con su mano hacia el agua, como dando a entender que algo la había atacado.

¿Tanto escándalo por un alga que le rozó la pierna?” pensé, pero unos instantes después mi novia sintió un pinchazo en su pierna. De repente, la preocupación de la rusa comenzaba a tomar entidad y sin mucha vuelta subimos a nuestra embarcación. Una vez arriba, pude ver que mi novia tenía en su pierna la marca perfecta de una pequeña mordedura.

Cuando le preguntamos al guía qué podía haberla atacado, nos contestó que seguramente se trataba del Chocolate Fish, un pequeño pececito muy territorial. Afortunadamente, más allá de su mordedura, no era venenoso ni representaba riesgo para la salud.

En honor a la verdad, confieso que me resultó gracioso el diminuto ataque de un pececito, sobre todo por la marca de todos sus dientecitos en la piel de mi novia. A ver, la herida no tenía más de 1 cm de diámetro, ya que de otra forma seguramente lo hubiese tomado con mayor seriedad. Lo cierto es que a ella no le pareció tan gracioso y miró con mala cara mis esfuerzos por evitar mi sonrisa.

Big lagoon desde el barco
Viendo a la gente ser acechada por el temible Chocolate Fish
Logo

Diezmados por el feroz ataque del implacable Chocolate Fish, continuamos nuestro recorrido hacia la cara sur de la isla donde se encontraba la Secret Lagoon.

Esta laguna se trataba, en realidad, de un piletón de unos 20m de diámetro únicamente accesible a través de un pequeño hueco en la pared de piedra caliza. Mediante el empleo de un movimiento digno de un contorsionista para atravesar la abertura entendimos el porqué de su nombre.

Una vez dentro, los riscos que rodeaban este somero espejo de agua proporcionaban un ambiente muy particular y una acústica de lo más interesante. Lo difícil era conseguir que todas las personas allí presentes coincidieran en hacer silencio para contemplar la reverberación del sonido que saltaba de pared en pared.

Secret Lagoon
En busca de la Secret Lagoon

Siendo la laguna tan atractiva como pequeña, al poco tiempo el constante ingreso de turistas comenzó a hacinarla; señal para saltar al próximo pedacito de paraíso. Y así fue como un corto trayecto nos depositó en la vecina Shimizu Island, una isla aún más pequeña y de características similares a sus vecinas.

El lugar donde anclamos mostraba un espacio bastante reducido de playa, pero el objetivo de aquella parada residía en proveernos de un festín preparado por la tripulación. El mismo se presentó en forma de carne de vaca, pescado, mariscos, frutas, verduras y, desde ya, arroz.

Amén del escueto espacio, cuando se trata de comida, no importa si hay que hacer equilibrio en la cabeza de un clavo o apretujarse codo a codo dentro de un ascensor. Ahí me tendrán firme y listo para hincar el diente.

Shimzu Island
Desembarco en la Shimizu Island
Almuerzo en Shimizu Island
Un almuerzo para chuparse los dedos
Shimizu Island
La mejor forma de hacer la digestión

El último punto de nuestro itinerante recorrido se llamaba Small Lagoon. Sin embargo, he de reconocer que, ante la advertencia de aguas vivas merodeando y el cansancio que teníamos encima, preferimos esperar arriba del bote.

Así nos quedamos mirando el hermoso atardecer y disfrutando del paisaje con la inmejorable compañía que solo tu pareja puede brindar.

De regreso en El Nido, y ante el fatídico pronóstico de lluvias para dentro de un par de días fuimos a la empresa de tours a fin de adelantar nuestro tour para el día siguiente.

Desafortunadamente, nos dijeron que la excursión de nuestro interés (el C), no tenía lugares para mañana. No obstante, si estábamos de acuerdo, nos ofrecieron cambiarlo por unos lugares en el B que sí tenía disponibilidad para ese día.

Con la experiencia del día aún fresca, estábamos convencidos de que cualquier tour iba a ser de nuestro agrado por lo que realizamos el cambio.

Small Lagoon
Disfrutando la tarde en el mar, donde la vida es más sabrosa
Navegando
Qué lindo navegar por esos paisajes...

Contentos por habernos asegurado un nuevo paseo sin amenaza de tormentas, mi novia regresó al hostel mientras yo retomé mi búsqueda por el esquivo Balut.

Como soy un hombre de palabra, retorné al puesto del día anterior con suerte dispar. Por un lado, el señor me dijo que tampoco había podido conseguir ese día. Por otro lado, me informó que a un par de cuadras había otro negocio que también vendía y hacia allí me aventuré sin pensarlo dos veces.

Apenas llegué, pregunté por el exótico snack y la vendedora sacó de una caja de telgopor gigante el tan preciado Balut.

Supongo que hasta altura se estarán preguntando ¿Qué cornos es ese Balut? Pues bien, dicha delicatesen es básicamente un huevo de pato fertilizado con el embrión dentro y se cocina como si fuera un huevo duro.

Ni bien me entregó el huevo, que estaba bastante caliente, me dirigí raudo y veloz hacia mi habitación para mostrarle a mi novia mi adquisición.

No conforme con ello, decidí comerlo en ese mismo instante ante la asqueada mirada de mi novia vegetariana. Como si fuera poco, y ya rozando lo morboso, le saqué fotos al pequeño embrión mientras mi novia miraba para cualquier lado.

La verdad es que me resultó muy rico, con un sabor similar al pollo (después de todo, el pato es un ave también). Pero más gratificante fue haber cumplido con el objetivo propuesto.

Balut
Antes
Balut
Durante
Balut
Después

Igualmente no vayan a creer que esa fue toda mi cena. Si bien exótico, nutritivo y hasta afrodisíaco según cuentan, el balut tiene el tamaño de un mero tentempié.

Por ende, fuimos en busca de una cena con todas las letras y cuya depositaria fue un restaurante local llamado Kaptains Diner donde un delicioso Pork Kare-Kare funcionó como el complemento perfecto para un día a puro Filipinas.

Cena El Nido
Pork Kare-Kare en Kaptains Diner

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Me quiero quedar para siempre…

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