Grand Place a toda hora

Grand Place a toda hora

12 enero, 2020 0 By Manu

Antes de seguir adelante te recomiendo leer el post anterior El tropiezo final

Siendo como son las distancias en Europa, solo una hora y media de tren nos demandó cruzar la frontera hacia la vecina Bélgica. En este caso, Bruselas nos recibía con las ansias de exploración intactas y una madre con un andar propio de un rengo voluntarioso, porque como ya les había contado algunos kilómetros atrás, el último día en Paris lo pasó en reposo con el tobillo hecho una bocha de hockey.

Pero sepan que estar lisiado tiene sus ventajas; tal es así que mientras mi mamá era escoltada por uno de mis hermanos al hotel en taxi, el resto de nosotros fuimos a pie arrastrando nuestras valijas por el cemento algo irregular de las cercanías de la estación de tren Bruxelles-Midi.

Habíamos proyectado una estadía de solo dos noches en el hotel The Augustin que reservamos a través de la página Hotwire.com, la cual ofrece habitaciones en alojamientos que uno descubre una vez hecho el pago. A fin de encarrilar la elección y de evitar sorpresas desagradables, durante el escrutinio de hospedajes es posible acceder a la calificación provista por huéspedes respecto de varias categorías como limpieza, servicio, ubicación y confort.

El secreto, al parecer, radica en que a ciertos hoteles de alto calibre no los conviene publicitar habitaciones a precios bajos por una cuestión de imagen, convirtiéndolo en un interesante juego de azar en el que nunca he resultado desfavorecido.

The Augustin
Nuestro hospedaje por 2 noches

Tras ubicarnos cada pareja en su habitación y mi mamá en exclusividad, mi hermano mayor la acompañó a buscar un hospital que le hiciera los estudios de rigor para descartar la tan temida fractura. Nuevamente, nos instó a que sigamos recorriendo y que su traspié no fuera motivo para frenar. Si nos lo pide así, con gusto aceptamos.

Como todavía era de mañana, con el resto del contingente nos tomamos la licencia de ir a desayunar a una cafetería llamada Kaffabar, con vista a una plazoleta ubicada en una rotonda sin mayor flujo de automóviles.

Créanme cuando les digo que fue una de las cafeterías en las que más a gusto me sentí, no solo por el bulldog inglés “custodiando” desde su cucha cerca de la ventana, sino por la impecable atención y la calidad de los ingredientes. Además, el local estaba ambientado de manera muy armónica y en consonancia con la tranquilidad de aquella soleada mañana.

Café con chocolate blanco
Submarino con 60g de chocolate blanco
Bulldog
Custodia implacable
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Con el estómago lleno y las pilas, a pleno nos aventuramos hacia un casco histórico en el que costaba distinguir cuándo sus calles adoquinadas eran peatonales o no. Mientras avanzábamos, estirábamos el cuello para admirar las fachadas de los edificios, algunos antiguos y otros no tanto, decorados con murales de famosos cómics con Tintín, Asterix y Obelix o el Halcón Maltés.

Como quien no quiera la cosa, nos topamos con una de las principales atracciones de la ciudad: el Manneken Pis, un niño de bronce que descarga todo el líquido que pudo haber ingerido en una fuente que lo rodea. En esta oportunidad estaba vestido con el uniforme de la selección de fútbol belga, ya que esa noche se enfrentaba con Suecia por la fase de grupos de la Eurocopa.

Grafitti
Paredes que cobran vida aquí...
Tintin
... y allá
Manneken Pis
Si sigue así, esta noche va de suplente
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Luego de las fotos obligadas con el niño meón, continuamos por las estrechas callejuelas que desbordaban de negocios de chocolates, cervezas y waffles. Siendo el cacao una de mis debilidades, entré a cuanto negocio pude para observar la finura de su artesanía ansiando que entregaran muestras gratis. La verdad es que caminar por allí era un festival hipnótico de aromas en el que cada local tenía su perfume sin invadir a su vecino.

A fin de evitar una sobredosis de olores cautivantes, resultaba imperante no detenerse demasiado por aquellos pasajes. Y bien que lo hicimos ya que nuestro andar nos condujo a la joya del lugar, una de las manifestaciones arquitectónicas más hermosas que vi en mi vida: la Grand Place.

Este patrimonio de la humanidad se encuentra rodeado por construcciones centenarias fabulosamente ornamentadas, con detalles en cada recoveco y pinceladas doradas en sus frentes.

Si bien el Ayuntamiento y el museo de la ciudad de Bruselas están allí presentes, no es raro encontrar un Starbucks salido de un cuento de hadas, por fuera al menos. Imagínense lo amplia y hermosa que será esta plaza que ni la marea de turistas fue capaz de arruinar tan hermosa imagen.

Chocoholic
Es una adicción
Waflería
Solo 1€? Me llevo 4!
Chocolate
Se saborean hasta con la vista
Grand Place
La plaza central más linda del mundo
Grand Place
Toda la arquitectura cuidada al más mínimo detalle
Logo

Mientras buscábamos el mejor ángulo para cada instantánea, recibimos un mensaje de mi hermano mayor avisando que ya estaban regresando al hotel con mamá. Afortunadamente no hubo fractura, solo un esguince menor que había que seguir tratando con frío y calmantes para el dolor.

Por supuesto que mi mamá no perdió el tiempo y con su cámara capturó cada imagen del recorrido al centro asistencial en el cual recibió una atención impecable según nos contó. El doctor le recetó un analgésico que compraron en el camino de cuyo gasto, y los del hospital, se haría cargo más tarde el seguro de viajes (indispensable cada vez se sale del país).

Bruselas
Los suburbios de Bruselas camino al hospital
Bruselas
Mamá no pierde el tiempo...

Una vez más reunidos, fuimos a almorzar algo sencillo a un restaurante cerca del hotel. Luego, volvimos caminando sin pausa pero sin prisa hacia aquellos pintorescos pasajes del casco histórico.

Esta vez visitamos la Jeanneke Pis (versión femenina del Manneken Pis), recorrimos unas galerías con un techo vidriado hermoso, entramos a una librería con la presencia de Quino en sus anaqueles y nos dimos el lujo de degustar aquellos famosos waffles (de Nutella y banana para mí).

Desde ya que retornamos a la Grand Place para que mi hermano mayor y mi mamá la conozcan y se rindan ante su majestuosidad. Con mi hermano menor aprovechamos la ocasión para realizar un acto de falso hipnotismo en medio de la plaza: básicamente, luego de una introducción al mejor estilo Tusam, él caía rendido al piso entregado a mis poderes hipnóticos mientras los transeúntes miraban algo descolocados y mi familia se descostillaba de la risa.

Jeanneke Pis
Ella feliz
Quino
Quino presente
Comiendo waffles
Impresentables...
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Con el ocaso golpeando la puerta, volvimos al hotel para descansar un poco y prepararnos para la cena. A las 9 de la noche nos sentamos en una de las mesas de Brasserie Lombard, uno de los pocos restaurantes que tenía la cocina funcionando tan “tarde”. Si bien es un plato típico de su vecino, una soupe a l´oignon hirviente fue mi elección aquella primera noche la cual se vio revolucionada por los hinchas belgas festejando en las calles su victoria por 1 a 0 frente a los escandinavos.

Con el cielo empezando soltar su lluvia, y aconsejado por mi suegra que me había dicho lo hermosa que era la Grand Place iluminada de noche, decidí escaparme unos minutos de la cena para visitarla por tercera vez en el día.

Pero la expectativa se me fue al piso al observar que las luces no estaban prendidas como me habían prometido, al parecer por culpa de un corte parcial en la zona. No obstante, los dendríticos relámpagos en el cielo le otorgaban un toque místico y encantador a la escena. Una vez finalizada la cena, nos vimos forzados a huir de la lluvia con apremio de regreso al hotel en busca del merecido descanso y prepararnos para el día siguiente.

Soupe à l´oignon
Soupe a l´oignon... la preferida de Freddy Diamante

Bonus track: Sesión de hipnosis en la Grand Place

No te pierdas como sigue este viaje en el siguiente post Ghent y Brujas express

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