Siendo como son las distancias en Europa, solo una hora y media de tren nos demandó cruzar la frontera hacia la vecina Bélgica. En este caso, Bruselas nos recibía con las ansias de exploración intactas y una madre con un andar propio de un rengo voluntarioso, porque como ya les había contado algunos kilómetros atrás, el último día en Paris lo pasó en reposo con el tobillo hecho una bocha de hockey.
Pero sepan que estar lisiado tiene sus ventajas; tal es así que mientras mi mamá era escoltada por uno de mis hermanos al hotel en taxi, el resto de nosotros fuimos a pie arrastrando nuestras valijas por el cemento algo irregular de las cercanías de la estación de tren Bruxelles-Midi.
Habíamos proyectado una estadía de solo dos noches en el hotel The Augustin que reservamos a través de la página Hotwire.com, la cual ofrece habitaciones en alojamientos que uno descubre una vez hecho el pago. A fin de encarrilar la elección y de evitar sorpresas desagradables, durante el escrutinio de hospedajes es posible acceder a la calificación provista por huéspedes respecto de varias categorías como limpieza, servicio, ubicación y confort.
El secreto, al parecer, radica en que a ciertos hoteles de alto calibre no los conviene publicitar habitaciones a precios bajos por una cuestión de imagen, convirtiéndolo en un interesante juego de azar en el que nunca he resultado desfavorecido.